Had you been there tonight you might know how it feels
to be struck to the bone in a moment of breathless delight.




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Chungking Express

Es un hecho comprobado: la inclusión de un romance en una película le permite accesar un sector de audiencias que de lo contrario no contribuiría a la taquilla. Una historia de amor, sin importar que sea una cinta de momias en motos, es una excusa para arrastrar a la mayoría de las nenas a las salas y mantenerlas ocupadas un rato. Así es esto del marketing, y ¿que creen? funciona. Así hay gente.

El gran problema, acentuado quizá por una creciente insensibilidad por nuestra parte, es que es tremendamente difícil desarrollar un romance convincente en pantalla. Quízá hasta escritores y estudios de cine se están dando cuenta de ello, porque meter un amorío en cualquier producción se puede convertir en el mayor faux pas de toda la producción. Quiero pensar que están quedando atrás los días de la pareja dispareja que se encuentra, se la pasan peleando la primera mitad de la película, y luego a media pelea acaban besándose y no pueden vivir el uno sin el otro los últimos treinta minutos. Gangs of New York es el último churro high profile que tiene estos elementos, donde aparte de que es un bodrio desde el principio, se nota que en algún momento se decidió meter con calzador a Cameron Díaz para aumentar el atractivo del filme (y acabar de rematarnos a todos).

Quiero pensar que es obvio que se requiere una extensa cantidad de tiempo para lograr sensibilizar a las audiencias y desarrollar una relación hasta el punto en el que uno como espectador honestamente desea que ambas partes se queden juntos al final de la cinta. La coreana My Sassy Girl es un buen ejemplo, en donde después de dos horas y media de abuso por parte de Ji-Hyun Jun uno sólo quiere que ella y Cha Tae-hyun mínimo se den un abrazo.

My Sassy girl tiene el atractivo de ser comíquísima y ofrecer un par de secuencias de acción (en forma de parodia, claro). La historia entre los dos personajes está tan llena de buenos momentos que simplemente resulta deseable que continue la relación. ¿Podría lograrse tal empatía por un par de personajes en una historia menos activa?

Mi única experiencia previa con el cine de Wong Kar wai había sido la bellísima cinta épica Ashes of Time. Irónicamente, es bien conocido que ésa es la última película que debería de verse de Kar Wai, ya que por la complejidad de su narrativa, resulta un pésima introducción al director. De todos modos, quedé bastante fascinado con esa película. Revisando el resto de su filmografía, siempre temí que se inclinara demasiado al art-house cinema, con el énfasis en arte más que en entretenimiento. Incluso me advirtieron que In the mood for love, supuestamente su mejor película, era un ejercicio en pasividad, ya que en términos de acción no ocurría absolutamente nada.

Por eso estaba algo inquieto cuando me senté a ver finalmente Chungking Express. Conocía más o menos de qué se trataba y la verdad todo el mes había estado más bien dándole la vuelta a la idea de empezar a ver westerns-- en lugar de tomar Chungking Express, estuve a punto de llevar The good, the bad and the ugly, y empezar así mi educación en Leone. Así que, pese a saber que era una buena película, no estaba totalmente seguro de librarme de la posibilidad de una tarde aburrida.

Chungking originalmente se componía de tres historias, pero la última finalmente fue desarrollada por el director en su siguiente película, Fallen Angels. Entonces tenemos dos historias, vagamente conectadas en términos de narrativa; en ciertos momentos los personajes de una aparecen en la otra, pero sólo ligeramente, no tan burdo como en Tres Colores. Temáticamente, todos los personajes comparten una soledad y una necesidad de amar y ser amados. Más fácil explicado que filmado.

En la primer historia, al jovencísimo policía Takeshi Kaneshiro lo acaba de botar su novia, a un mes de su cumpleaños. Esperando que ella vuelva con él el primero de mayo, su cumpleaños, el oficial se dedica a coleccionar latas de piña en almíbar con esa fecha de expiración. Mientras tanto, una irreconocible Brigitte Lin hace negocios peligrosos con un grupo de árabes, quienes al traicionarla la meten en líos con la policía y se da a la fuga, con miras de venganza. Cuando los dos se encuentran, se hallan en el mero fondo de sus respectivas crisis, iniciando un brevísimo idilio que resultará significativo para ambos.

Desafortunadamente, esta primera parte de la película es de muy poco interés. Aunque están presentes la rica paleta de color de Wong Kar Wai y la predilección por los escenarios urbanos y mundanos, en oposición de la estilización de la mayoría de los cineastas de Hong Kong, la historia lidia con diálogos y situaciones que rayan en la cursilería y la pretención. Cuando tomas el elemento constante de las piñas en almíbar y lo quieres tornar en algo simbólico a la fuerza (yendo tan lejos como incluir una explicación de ésto en la narración de Kaneshiro), hay problemas. La idea de enfrentar a un romántico empedernido con una femme fatale posiblemente sonaba mejor en papel que ya en la práctica.

Lo cual es una enorme lástima, porque ésta sería la última película de Brigitte Lin. Aquí encarna por última vez a esa mujer imponente, intimidante, que le salía tan fácil en Swordsman II y Bride with white hair. Aunque casi siempre acababan doblegándola la simpatía de Leslie Cheung, Stephen Chow o Jet Li en toda su filmografía, Wong Kar Wai decidió atinadamente que le dedicara a Kaneshiro el equivalente a una amable sonrisa. Lástima de verla con un disfraz tan espantoso, con el que lo que menos se nota son sus increíbles ojos y su espectacular cabellera negra.

Kaneshiro en ese momento era la sensación cantando, pero apenas daba sus primeros pasos en la actuación. Como casi todos los ídolos masculinos de Asia, su principal valor no residía en su actuación sino en su inconfundible carisma y simpatía, por lo que no resulta raro que el director lo tomara como su protegido; lo volvería a usar en Fallen Angels. En Chungking aparece como un chico simpático al que nadie pela, lo cual ha de ser una excepción en toda su filmografía.

Cuando ya se resuelve la historia del policía y la fugitiva, y justo antes de desaparecer de la cinta, Kaneshiro conecta su historia con la de una joven empleada de un puesto de comida. Entonces suenan los primeros acordes de "California Dreamin'", y la película cambia completamente, y se torna absolutamente mágica.

Así como la primera historia seguía principalmente al personaje de Kaneshiro pero ofreciendo también una mirada a la vida de Lin, la segunda historia se centra en Faye, personaje encarnado por la superestrella pop Faye Wong. A Faye le gusta "California Dreamin'". Mucho. Mientras atiende el puesto de comidas de su tío, baila esa canción mientras suena a todo volumen. De hecho, quien quiera ver la película es mejor que se atenga a una severa dosis de The Mamas and the Papas, porque la canción sale una y otra vez hasta el final de la cinta.

El oficial 633, el siempre genial Tony Leung, visita a diario el expendio de comida. Siempre va por su almuerzo y el de su pareja... hasta que siente curiosidad por Faye. "Me gusta escuchar a todo volumen la música para así no tener que pensar", le dice al policía. Tony se encoje de hombros y se va. Pero Faye comienza a ponerle más atención al oficial a partir del día siguiente.

Ahora vienen a cuento los primeros párrafos de esta reseña: Faye espera día a día la visita de Tony. Un día la novia de Tony lo manda por un tubo y le deja una carta en el puesto de comida, donde le regresa su copia de la llave del apartamento que compartían. Tony no la quiere recibir, y se la queda Faye. Lo que sigue después es bellísimo: la niña, que está prendada de Tony pero sin jamás decirle nada, lo sigue un día y consigue su dirección. Después de eso, todos los días se escapa del puesto de comidas para entrar al apartamento de Tony. Ahí juega con sus juguetes, le ordena la comida, le limpia la casa, le compra peces para su acuario, todo sin que el policía se de cuenta. Por el contrario... Tony sigue esperando que su ex regrese. Pero llega un momento en que tiene un presentimiento y corre a su casa cuano debería estar trabajando...

¿Cómo explicar el pequeño milagro que éstos dos forman en pantalla? Empecemos por Faye Wong: ésta fue su primer película, y aunque ya era conocidísima en Oriente, con esta cinta le robó el corazón al mundo entero. Sólo ha hecho un par de películas más después de ésta (Okinawa Randevouz y Chinese Odyssey 2002, también con Tony Leung) y volverá a trabajar con Kar Wai en 2046. Había ya escuchado algo de su música, baladitas indistintas pero con buena voz; la prefiero mil veces actuando. Casi me atrevo a compararla con Cecilia Cheung, pero mientras Ceci tiene una belleza terrenal, Faye es aristocracia pura. Aunque con esos pelos con los que sale en la película llega a parecer duende, digamos mejor que es lo que Tolkien tuvo en mente cuando describía a Arwen. Una chica frágil fuera de este mundo.

Y Tony Leung, cómo resistirse a esa inmensa humanidad que proyecta en todas sus películas. Todo el humor de Chungking Express puede encontrarse en los diálogos que Tony sostiene con un jabón, una toalla y un mono de peluche, entre otros objetos; claro, son un especie de lamento de un hombre muy triste, pero la simpatía de Leung simplemente se roba estas escenas y las vuelve dulcemente memorables. No se cómo le hace, pero siempre tiene esta imagen de hombre afable que tras de su pequeña sonrisa esconde muchas cosas, ya sea tristeza y soledad en esta película, o el estar al borde de un abismo, como en Infernal Affairs.

El ver cómo Faye dedica su tiempo a cuidar de Tony sin que éste se de por enterado, agonizando cuando encuentra un cabello largo en su cama y después brincando de felicidad cuando se da cuenta de que se lo pegó una mesera resbalosa: a éso me refiero cuando digo que se requiere de un cierto calibre para lograr una historia de amor convincente. Como tal, el final resulta casi frustrante, ya que sabiendo cómo debe terminar, el director parece que quiere evitar un final convencional y querer abrazar el drama ilógico del arthouse. Pero finalmente se redime. El que se hayan juntado estos tres, Tony Leung, Faye Wong y Wong Kar Wai, es una de las más felices coincidencias del cine.

Así que no podré volver a escuchar "California Dreamin'" sin asociarla con la imagen de Faye Wong haciendo su pequeña danza mientras remueve los guisos del puesto de su tío. Por cierto, en una de las escenas en las que Faye ordena la casa de Tony, tuvieron a bien poner una versión de "Dreams", de The Cranberries, cantada en cantonés por Faye Wong. Aunque sonaba mucho mejor sin los berridos de O'Riordan, la verdad parece incluida sólo para satisfacer a los fans de la cantante.

En suma, la segunda parte de la película compensa con creces la tibia historia de "la dama de la peluca rubia", y eleva la película a material de colección. Sólo hay una ocasión en la que los leves cruces de personajes paga con intereses: cuando Brigitte Lin está buscando al tipo que la traicionó, se puede ver a Faye saliendo de una juguetería con un enorme peluche de Garfield. Mucho después, Tony paltica a solas con el muñeco en su apartamento, sin darse cuenta de que él jamás había tenido un muñeco de Garfield. Simplemente clásico.

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