De niño, nunca entendí los
spots de la campaña "Mucho ojo".
Para quienes nunca hayan visto televisión mexicana o sean muy jóvenes para recordarlos, eran unas pequeñas cápsulas producidas por Televisa que aparecían entre comerciales, advirtiendo a los niños sobre aceptar las proposiciones de adultos que debían mantenerse en secreto. Comúnmente comenzaban con una escena en la que un niño o una niña eran abordados por un adulto, extraño o conocido, en las que les ofrecían algo a cambio de que los acompañaran.
- Estaba el de la niña que la va a recojer del ballet un amigo de la familia, según enviado por sus padres.
- Estaba el de la niña que no le alcanzaba para comprar algo en la tienda, y el tendero la invita a buscar con él en la trastienda.
- Estaba el del niño que quería una bicicleta, y el dueño de la tienda le decía que en la bodega había unas más bonitas.
Y así por el estilo, y en todas el adulto le pedía al niño que no se lo comentaran a nadie. Ahí sonaba una alarma, y un personaje famoso de la televisión (casi siempre de un programa infantil, como Lucerito o Chabelo) advertía que debías negarte a este tipo de invitaciones, "ya sea un extraño, un amigo o un familiar". Te exhortaban a que de inmediato se lo contaras "a quien más confianza le tengas" y te recordaban que "tú vales mucho y mereces respeto. Cuídate a ti mismo y.... ¡mucho ojo!".
Yo veía estos comerciales y no entendía qué era lo que trataban de decir. No entendía cuál era su función, de qué trataban de protegerme, o por qué debía uno de negarse ante tales invitaciones. Pienso que de haberle preguntado a alguien, me hubieran dicho: "tú sólo haz caso, es muy importante".
Muchos, muchos años después, creo que cuando ya ni siquiera los transmitían, finalmente pude conectar los puntos y tener la imagen completa. En ese momento, al recordar esos
spots y la función que supuestamente tenían, me sentí mal del estómago. Sentí una rabia muy grande. Me enfermó descubrir que al mismo tiempo que trataban de protegernos de un enemigo, al mismo tiempo trataban de esconderlo a toda costa. La idea detrás de todo esto era: "no hagas esto, no preguntes por qué, sólo no lo hagas". Quien haya creado el concepto no tenía ni la más remota idea de cómo funciona la mente de un niño.
Yo como niño deseaba saber las razones por las que se esperaba que hiciéramos las cosas, pero normalmente se subestimaba nuestro intelecto o siemplemente no podían tomarse la molestia de explicarnos cuidadosamente del porqué de esto y aquello. Por ello es que para muchas personas la diferencia entre el bien y el mal nunca fue algo que se aprendió por cuenta propia, sino que fue programada por padres y maestros en base a premios y castigos. La mayoría de las veces no sabíamos por qué obedecíamos las órdenes, operando simplemente por el temor a ser castigados y la esperanza de que nuestro buen comportamiento se viera recompensado. Lo que esto ocasiona es un problema fundamental en la manera en la que el ser humano se relaciona con los conceptos de la autoridad, la moral el bien y el mal.
Tan sencillo como aprender que el fuego quema. La mayoría de los padres le harán ver al pequeño que no debe tocar la flama de la estufa porque es peligroso. Se enojarán y lo castigarán si lo ven con intenciones de tocarla. Al final el niño aprenderá que no debe tocar la flama porque los papás se enojan. ¿Qué pasa cuando los papás no están cerca para regañarlo?
Lo ideal sería explicarle al niño que poner la mano en la flama
duele. Ponerle cuidadosamente la mano a gran altura sobre el fuego, que sienta el calorcillo hasta que lo moleste y luego retirarla. Decirle que el contacto directo duele mucho más y que le comerá la piel de sus manitas. El niño sabe entonces que si quiere evitar dolor y mantener sus manos intactas, deberá tener cuidado con el fuego en el futuro.
Este tipo de aprendizaje, en el que se impone la autoridad a la educación, me parece una fuente importante de muchos de los males de la sociedad, particularmente el crimen. Quién sabe cuántas personas no han asesinado, robado o violado, no por su propia brújula moral, sino por temor a que los metan a la cárcel. Es gente que, en lugar de fomentarles empatía y que reconozcan el dolor que provocan con estas acciones, se les ha amenazado con la consigna de "si te atrapamos haciendo esto, vas a la cárcel". Este pensamiento no sólo se limita a ofensas graves: tirar basura, quedarse con cambio de más que te dio el señor de la tienda, o agredir anónimamente en Internet (no lo pude evitar) son pequeños actos que muchas personas no tienen reparo en cometer mientras tengan la seguridad de que nadie se dará cuenta. Tradicionalmente crecemos sin comprender el impacto de nuestros actos, dependiendo sólo de la presencia de la autoridad para actuar de acuerdo a lo que es aceptable en nuestra sociedad.
Y con esto regreso a la campaña de "Mucho ojo". De niño, yo nunca supe que había gente que buscaba a niños para secuestrarlos y sacarle dinero a sus padres, para prostituirlos, para hacer pornografía infantil o simplemente para violarlos. Dirán que ningún niño debería saber algo así.... y puedo entender esta forma de pensar al momento de crear la campaña. "Mucho ojo" estaba fundamentada en el concepto de que los niños deben obedecer, sin hacer preguntas. Lo cual es terriblemente inconsistente, porque el niño que crece obedeciendo sin cuestionar es el primero que se va a subir a la camioneta del señor que le ofrece dulces. Si el niño tuviera alguna idea de lo que le puede pasar al aceptar...
La primera vez que me puse a pensar en esto, imaginé un
spot de "Mucho ojo" como debería ser. Sería todo idéntico, salvo que cuando Tatiana o alguien similar esté explicando que no debes aceptar lo que te ofrezca un extraño, diga "o de lo contrario te puede pasar esto". Sigue un video de muy baja calidad, tomado con una handicam, de un cuarto sin señas y un foco solitario colgando de un alambre en el techo. La imagen temblorosa toma a un niño o niña desnudo, amordazado, llorando desesperado. Un brazo gordo y peludo se asoma y lo toma del hombro...
Ya, no le quiero dar material a los depravados. Y vaya, quizá sea una idea tan extrema que dejaría a millones de niños traumados, que saldrían corriendo cada vez que un extraño los mire. Pero el niño debe tener una noción del terrible peligro que corre para que pueda actuar de acuerdo a su propio instinto de supervivencia. Se debe dejar de lado la sutileza y el pudor, y explicar en un lenguaje directo y sencillo que la razón por la que se debe consultar con los padres antes de aceptar algo de un extraño es porque existe gente que miente para poder lastimarlos. No estoy hablando sólo de Televisa como responsable de estas campañas, sino de los padres de familia. Que cuando su hija de seis años pregunte de qué manera podrían lastimarla, no le digan que simplemente obedezca, sino que se sienten con ella a decirle que
ciertas personas no distinguen del bien y el mal y por eso buscan agredir su cuerpo y alejarla de su familia. Que no debe temer de todo mundo, porque no todos tienen malas intenciones, pero que no debe confiar sin reservas cuando le dicen que, ahora sí, sus invitaciones o proposiciones deben "quedar en secreto".
Que es difícil para uno como padre... vaya, que se les vaya quitando la idea de que ser padre es algo sencillo. Se entiende que en este tipo de discusiones, por cada pregunta que se responda honestamente aparecen otras cinco cada vez más espinosas. Pero ser padre no debe significar tapar los ojos y los oídos del niño ante los males del mundo, sino darle las herramientas para que pueda protegerse efectivamente de ellos (y quién sabe, quizá hasta luchar activamente contra ellos). Cuando yo tenga esta larga conversación con mi hijo o hija, cuando menos tendré la tranquilidad de que no necesitará de nadie que le diga "¡corre por tu vida!" cuando un ser humano asqueroso se los quiera llevar a la trastienda.