Had you been there tonight you might know how it feels
to be struck to the bone in a moment of breathless delight.




Las bodas me hacen llorar...

 
...de aburrimiento. Acompañé a Sara a la boda de una de sus mejores amigas, y aunque no se lo reclamo (lo hice con gusto) y le deseo lo mejor a su amiga (que siempre ha sido de lo más dulce conmigo), creo que jamás me había aburrido tanto en mi vida.

Supongo que la situación ideal es que tooodos los invitados a la boda se conozcan y que así se convierta en una gran fiesta. Jamás en la historia de la humanidad ha sucedido de tal manera, por lo que tuvimos que pasar las cinco horas de la recepción en una mesa con otras 5 personas a las que en toda la noche no les dirigimos la palabra. Mantuve en todo momento una mano aferrada al brazo de Sara, con una actitud de "si me dejas solo, aquí se acaba todo".

Tenía una lista al más puro estilo amarguetas Kurenai, de todas las razones por las que me pareció una velada tan poco disfrutable, pero Sara me hizo ver que las únicas personas que se divierten en ese tipo de eventos son las que van a bailar. Y sí, mientras yo ya andaba jugando con el popote y mi coca, los papás de la novia y otros ancianos estaban poniéndole ritmo y sabor a su vida. Imagino que para ellos la fiesta resultó todo un éxito. Le dije a Sara que saliéramos al jardín un rato para tomar aire. A los pocos minutos adentro sacaron globos largos y comenzaron a agitar latas con piedritas adentro, forradas con una foto de los novios. Unos tocaban cornetas de estadio mientras bailaban. Le dije a Sara en broma que al salir nosotros del salón, la dignidad también había abandonado el lugar a toda prisa. Pero para ser honestos, verme excluido nunca se sintió tan bien.

Me tomé muchos vampiros pero, como siempre, sin efecto alguno. No es presunción, la verdad esperaba que todo tomara un cariz más interesante bajo los efectos del alcohol. Todas las bebidas estaban basadas en tequila, porque el novio tenía un negocio de tequila que no pegó. Lo más extraño fue la cena: parecía que aparte del tequila se dedicaban al comercio de la nuez. Todos los platillos tenían nuez en mayor o menor medida: crema de nuez, carne y arroz con nuez, flan con nuez, nieve de vainilla con nuez y pastel de bodas con nuez. La carne estaba buena.

Sara dice que el pastel estaba horrible pero yo ya no lo probé, temiendo la explosión adolescente que la dieta a base de nuez me iba a provocar en los próximos días.

De rato me puse a ver a la banda. Cuando estábamos afuera y empezaron a sonar las piedritas y las cornetas, estaban tocando "I will survive". Sara me preguntó que con qué canción creía yo que seguirían el mismo ambiente jolgorioso. Repasando esas noches en las que las fiestas de la vecindad de al lado de la casa de mis papás no me dejaban dormir, tuve que decir que seguía "Carnaval". Y dicho y hecho, la fiebre de las maracas improvisadas alcanzó otro nivel. Luego fui adivinando la mayoría de las canciones que seguían, de acuerdo a los breves ajustes que hacían a la guitarra y los teclados entre una y otra. De pronto se alocaron y tocaron una versión rock-progresivo de "Eternamente bella bella" que duró cerca de diez minutos.

En las dos últimas bodas que he asistido, antes de que terminara la noche me tocó ver a los novios ya sin su traje y vestido de novios, casi, casi en pants. Entiendo que ya estén hartos de estar todo el día metidos en una armadura de fajas, encajes e incaíbles, pero igual es un bajón para quien los ve despojarse de su gloria momentánea. Verlos por última vez vestidos como realeza me hace pensar que después de que salimos del lugar los novios se subieron a una nave espacial y partieron a Londres o Cancún vestidos así. Al menos así quise yo que me imaginaran los invitados a mi boda, quienes ese día ya no me volvieron a ver en ropas mortales.

Sentados juntos estábamos Sara, yo y la otra mejor amiga de Sara, cuyo esposo no pudo asistir. Ahí Sara enfrentó por primera vez lo que yo llamo "la situación Fer", que me pasa cada vez que Sara y mi mejor amigo están en el mismo cuarto. Ponerle atención a uno implica casi ignorar al otro, por lo que no se pudo poner a chismear con ella... ni conmigo. Toda la noche los dos nos aferramos a Sara para que nos rescatara del extraordinario tedio que sólo fue haciéndose más fuerte cerca de la medianoche.

Ah y la boda fue en una quinta, allá por la carretera nacional, así que no fue tan fácil como estar un par de horas y decir "ya me voy, tengo ganas de un elote". Si la novia llega a leer esto seguro se le parte el corazón, pero de ella no es la culpa: todas las bodas son iguales. Al final si uno no socializa se arriesga a horas de noventa minutos. Es una situación en la que no se puede ganar: si te invitan es una molestia, si no te invitan es una ofensa. Aquí podría ya explicar cómo es que nosotros organizamos nuestra boda de manera poco convencional, porque hacer la misma ceremonia jodida de todas por pura tradición es algo que me...

Pero son buenos amigos, y aunque hayan alterado las leyes del tiempo en mi contra para poder bailar canciones de Elefante mientras a mi se me cruzaban los vampiros con tres kilos de nuez picada... mientras ellos sean felices, pues bien por ellos.
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En la víspera

Este año probablemente he estado despierto a las diez de la mañana al menos una vez cada semana. Es una mala hora para no estar dormido, para los que trabajamos de noche.

El insomnio de hoy, sin embargo, me hizo recordar ciertas mañanas en las que a las diez estaba más que despierto. A las ocho abría los ojos casi con violencia, quedándome quieto por varios segundos mientras recordaba en dónde estaba. Luego me levantaba, me acercaba a la ventana, y asomaba la cabeza entre las cortinas para ver la alberca del hotel, todavía en penumbras. Tomaba un baño muy caliente, y después me sentaba a ver los Teletubbies mientras le tocaba el turno a Sara de disfrutar esa regadera a la que nunca se le acababa el agua caliente.

Las caminatas por South Harbor Boulevard eran el primer punto brillante del día, y las recuerdo, como tantas cosas de ese viaje a las que puedo calificar de la misma manera, como las mañanas más felices de toda mi vida. Paseábamos tomados de la mano, disfrutando cómo el frío de noviembre era aliviado por un glorioso sol, al que durante nuestra estancia jamás se le atravesó una nube de lluvia. Entrábamos al Ihop, o a Denny's, y nos enfrentábamos a la concepción norteamericana del desayuno, que nos permitía funcionar sin problemas hasta las siete u ocho de la noche. Descansados, desayunados y animados por el sol de California, entrábamos al parque... y hasta ahí llega lo que hoy me recordó estar despierto a las diez de la mañana.

Estoy seguro que, en un par de semanas, caminar por la calle en un fría noche de noviembre me recordará por primera vez la noche que regresábamos de nueva cuenta por South Harbor Boulevard, temiendo pulmonía por tener nuestras ropas empapadas después de la casi nocturna subida a Splash Mountain, hasta que nos refugiamos en un cálido restaurante de comida china.

Pero lo que está en medio de esos recuerdos, entre las dos únicas comidas que siempre realizábamos en el bulevar... va a ser imposible que algo me lo recuerde, que otro evento se acerque siquiera a su magnitud. Todo fue tan perfecto, tan nuevo, tan increíblemente mágico, que nada se le puede comparar. Estábamos enamorados, en Disneylandia.

Fueron los días más felices de mi vida.
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Stubbs the zombie

 
Cuando Alex Seropian, uno de los fundadores de Bungie y pieza instrumental en el desarrollo de Halo, dejó la compañía para crear un estudio independiente, lo primero que pensé fue "¡buena suerte, sucker!" Por un lado, admiraba el valor de abandonar una compañía que acababa de probarse ante el público como la principal razón para comprar un Xbox, pero no le auguraba demasiado éxito trabajando sin la protección de Bungie y Microsoft en una industria que destruye o se traga a la mayoría de las compañías independientes.

Aunque su éxito no está asegurado, jugando el primer producto de Wideload Studios, Stubbs The Zombie in Rebel without a Pulse, puedo entender la necesidad de Seropian de desarrollar este proyecto con un equipo más pequeño y con la libertad de ejercer una visión más personal. Es el tipo de juego que Microsoft no hubiera visto con buenos ojos (en términos de proyecciones financieras), y que los videojuegadores hubieran masacrado esperando de Bungie nada menos del calibre de un Halo 2. Sin la carga de la fama de Bungie, Seropian podría ocuparse de títulos más arriesgados y únicos.

Y digo que todo esto es evidente al jugar Stubbs porque es uno de los títulos más explosivamente únicos que hayan aparecido en mucho tiempo. La semana de su lanzamiento se ha tenido que enfrentar con secuelas de títulos cuya popularidad ha sido probada: Tony Hawk American Wasteland, Blitz: The League, The Suffering: Ties that Bind, así como Shadow of the Colossus, el sucesor espiritual del favorito de culto ICO. Temo que Stubbs the zombie, al no ser una franquicia conocida, se le ignore completamente o que, como ICO, quede relegado a "juego de culto", lo cual no es tan atractivo como suena. En este negocio las altas ventas son lo único que garantizaría nuevos títulos de Wideload Studios, no las buenas críticas.

Por eso voy a comprar Stubbs the Zombie.

 
¡Éstas son palabras mayores! Le voy a demostrar mi apoyo a Seropian pagando por un Stubbs nuevecito y empaquetado, porque me interesa mucho que continúe con lo que está haciendo. Stubbs es el tipo de juego del que dentro de cinco años vamos a estar platicando, y la conversación irá más o menos así:

"Te acuerdas de Stubbs the Zombie"

Y el interlocutor abrirá mucho los ojos, como si un torrente de imágenes pasaran ante sus ojos, mientras dice lentamente, formando una sonrisa: "¡Stubbs the Zombie...!"

No es que sea un juego revolucionariamente increíble al estilo de Resident Evil 4 o Metal Gear Solid 3. Es la mezcla de un concepto interesante, una atmósfera brillante y una sensibilidad adulta la que me ha dejado paralizado. La idea general es que estás en control de un zombie, y debes hacer lo que los zombies hacen en una ciudad que podría definirse como el concepto que en los años cincuenta tenían de "la ciudad del futuro": un idílico choque entre Norman Rockwell y el futurismo. Con todo y robots lecheros.

Tras varias horas de juego lo que terminó por conquistarme fue el humor desenfadado con el que plantea toda su estructura. La mecánica es sencilla: ir buscando ciudadanos para comerte su cerebro, y convertirlos a su vez en zombies. Luegos estos zombies perseguirán a otras víctimas hasta que en unos cuantos minutos te haces de un ejército de muertos vivientes. Muertos vivientes que puedes llamar con un chiflido para que te sigan o empujar cuando les da por estorbar (un ademán divertidísimo que sospecho resuelve unos ligeros detalles de la inteligencia artificial de los zombies). Eso es lo que ocupa la mayor parte de tu tiempo de juego, y debo decir que es un modo de juego fantástico.

 
Stubbs es tremendamente sangriento, ya que además de morder cabezas puedes arrancar brazos y luego usarlos de garrotes. No hace ningún tipo de concesiones al momento de mostrarse grotesco, y ése es uno de sus rasgos claves: por tanta sangre y destrucción está dirigido a audiencias maduras, pero no por esto es una experiencia sombría o agresiva. No, todo se desarrolla de una manera natural (vaya, eres un zombie, ni modo que te pares a platicar con ellos) y los gritos de tus víctimas mientras te ocupas de ellas van de "¡oye, ese es el brazo con el que disparo!" a "¡ASÍ NOOOOO!" Permea un sentimiento de inocencia violenta, de absurdo al desechar los por qué para brincar directo a la ingestión de cerebros.


Recordé varios precedentes, y me doy cuenta de que varios elemntos se han conjugado para que aparezca en el 2005 este juego. El primer juego que Stubbs me recordó fue un título de Konami/Lucas Arts para las consolas de 16 bits llamado Zombies Ate My Neighbors. Los dos juegos tienen en común su tratamiento cómico de elementos incónicos del cine de terror de serie B, y la indiferencia con la que se trataba a las víctimas de los monstruos (era tu deber rescatarlos, pero se trataba básicamente de ganado, esterotipos de la suburbia norteamericana). Como Stubbs, Zombies era un juego que los primeros minutos te hacía pensar "¿qué diablos?", para después dejarte una sonrisa que no se acababa después de más de 50 niveles.


Un ejemplo más reciente es Destroy All Humans!, de Pandemic, que trataba con humor negro el cine de ciencia ficción y la misma época paranoica de los cincuenta. También se regodeaba en ponerse en los zapatos del extraterrestre y permitirle al jugador una destrucción masiva en contra de los humanos. Desafortunadamente para Destroy All Humans!, el modo de juego "sandbox" estructuraba al juego en misiones que podían tomarse en cualquier momento, lo que afectaba la fluidez del juego y lo reducía a una serie de objetivos. De todas maneras, el mismo sentimiento de considerar a los humanos como hormigas que se pueden aplastar está ahí, listo para que lo recogiera Seropian y su equipo.


Mirando hacia el futuro, Dead Rising para el Xbox 360 se beneficiaría inmensamente si Stubbs iniciara una zombie-manía. Quizá mi juego más esperado para la nueva consola de Microsoft, Dead Rising no te pone en los zapatos de un zombie, sino de un fotógrafo que se ve atrapado en un centro comercial con cientos y cientos de zombies. Habrá que documentar la plaga y utilizar todo lo que se pueda encontrar en el mall para romper cráneos zombies. Los videos que he visto hasta el momento muestran un desenfrenado amor por Dawn of the Dead, elevando la visión de Romero a otro nivel.

El momento es ideal. Porque, vaya, todos aman a los zombies.

Otro dato interesante sobre Stubbs the zombie es el modelo con el que Alex Seropian decidió desarrollar el juego. En lugar de tener un equipo de 100 personas que se dediquen al audio, física, texturas, animación, etc., su equipo base está formado por 10 personas, quienes crean el concepto y diseño general del juego. A partir de ahí, se comisiona a estudios independientes las distintas partes del juego. Es un modelo que varios profesionales de la industria han tratado de impulsar por años, pero que compañías grandes no se molestan en aprovechar dado que ya cuentan con estudios internos muy grandes (que por cierto, son obligados a trabajar jornadas criminales por cacahuates). Utilizando este modelo, Wideload puede dar direcciones específicas, ocuparse exclusivamente del diseño y no preocuparse de los detalles menores, de los que se encargan pequeños estudios profesionales y especializados. Al menos con Stubbs Seropian contó desde el principio con una tecnología envidiable: el motor de gráficas de Halo, que él ayudó a diseñar. Con esta sólida estructura, y varios equipos externos reportándose, armar un juego fresco y original seguro fue más sencillo que empezar desde cero.

 
Uno de los elementos en los que se pueden ver los frutos de este modelo es en la música. El soundtrack de Stubbs the zombie es una maravilla. Seropian y su equipo eligieron un número de canciones de la década de los cincuenta y encomendaron covers de ellas a varias bandas indie. El resultado se mantiene por si sólo, aún sin saber nada del juego (en negritas mis favoritas):

1. Ben Kweller - "Lollipop"

2. The Raveonettes - "My Boyfriend's Back"

3. Death Cab For Cutie - "Earth Angel"

4. Rose Hill Drive - "Shakin' All Over"

5. Cake - "Strangers In The Night"

6. The Walkmen - "There Goes My Baby"

7. Rogue Wave - "Everyday"

8. The Dandy Warhols - "All I Have To Do Is Dream"

9. Oranger - "Mr. Sandman"

10. The Flaming Lips - "If I Only Had A Brain"

11. Clem Snide - "Tears On My Pillow"

12. Milton Mapes - "Lonesome Town"

13. Phantom Planet - "The Living Dead"

De hecho di varias maromas cuando vi que Death Cab for Cutie se avienta Earth Angel. He "actuado" tantas veces la escena de Back to the future en la que Marty McFly comienza desaparecer que escuchar a uno de mis grupos favoritos tocar una de las canciones que tengo más taladradas en el cerebro es doubleplus good.

Y eso que ni siquiera he terminado el juego. Stubbs the zombie es un juegazo, lo recomiendo efusivamente y aunque sé que no va a ganar juego del año, merece ser conocido por el mayor número posible de personas. Para todos aquellos que se quejan de que nadie apoya a los videojuegos originales, aquí está su oportunidad de no quedar como hipócritas. Alex Seropian y su equipo merecen el mayor de los reconocimientos por dejar la comodidad y seguridad para emprender maravillosas excentricidades como ésta.
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The faggy way out

 
Acabo de ver Eternal Sunshine of the Spotless Mind, y me gustó mucho. Debo objetar, sin embargo, a la reciente corriente de darle roles dramáticos a actores que han labrado su carrera predominantemente en la comedia. Para mi, muy en lo personal, no funciona. El ejemplo más lejano que se me ocurre es Robin Williams en cintas como Good Will Hunting y What Dreams May Come, en donde podía entender cierta cualidad vulnerable que podía aportar a sus personajes. Casos como los de Adam Sandler en Punch-Drunk Love o Jim Carrey en Eternal..., sin embargo, exudan cierta arrogancia por parte de sus directores. Es una manera de decir: "voy a cambiar la forma en la que la gente percibe a este actor". Hum.

Objetivamente, Jim Carrey y Kate Winslett no hacen un mal papel. Pero eso es irrelevante; la cuestión es si era absolutamente indispensable que estos dos actores tuvieran estos papeles. Emocionado y conmovido como indudablemente me mantuvo la historia, no dejaba de pensar que me hubiera parecido mucho más arrebatadora si los protagonistas hubieran sido dos desconocidos. Es triste, como los planos-secuencia de Scorsese: no aportan nada a la cinta, y quedan como un desplante de vanidad de mal gusto.

Fuera de eso, era todo lo que esperaba. Charlie Kaufman haciendo un Cronenberg a la inversa, apoyándose en Gondry, un especialista de la técnica, cuya inexperencia en la narrativa no estorba en una historia como ésta.

Curiosamente, hace meses me topé el mensaje de la película (el dolor de la ruptura es proporcional a la felicidad experimentada en la relación) maravillosamente sintetizado en un episodio de South Park del 2003, llamado Raisins. Ambos tratan sobre el dolor del amor perdido y la forma escapista en la que algunas personas deciden lidiar con su pena. Sí, duele, súperalo. Cuenta tus bendiciones y agradece los buenos momentos.

Como dice Butters cuando lo invitan a vivir deprimido y odiando al mundo: "I'd rather be a crying little pussy than a faggy goth kid." Una actitud admirable.
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Desconocidos, rockstars y gorilas en la FIL

Después de empujar a un niño gordito que no se movía de un pasillo en el stand de Librerías Castillo, quise hacer un chiste y le dije a Sara:

"En vez de Feria del Libro deberían decirle... la... la... la Feria de la Gente..."

Se me había chupado el cerebro. Estaba cansado y abrumado por la multitud.

No comprar nada (o comprar libros inútiles) y encontrarme con gente indeseable es lo único que saco casi siempre que voy a a la Feria. Aunque sí salí con las manos vacías, esta vez fue ligeramente distinto, sin embargo.

Estaba viendo unos estantes de comics y en eso un chavo me preguntó cuánto costaba un libro. Antes de que le dijera que yo no trabajaba ahí, le veo la cara y muuuuuuuuy vagamente me dio la impresión de conocerlo. A él, sin embargo, casi se le ilumina el rostro. "¡Ah, tú eres el hijo del profesor tal!" Y me preguntó por mi vida y que en qué estaba trabajando y que se acordaba de que yo había estudiado en Letras y de las clases que llevamos juntos y no sé cuánto más. Y yo todo el tiempo con esta cara:

Dude, who ARE you?

El cuate estaba súper amigable, y me sentí mal porque no sabía qué decirle. Sí medio lo reconocía, pero lo que se me ocurría no venía al caso. Ni modo que le dijera "ah, tú una vez me preguntaste por la clase de Textos Medievales porque te gustaba el rol, ¿no?" Muchas horas después me acordé finalmente de quién era, pero tampoco hubiera sido correcto decirle "ah tú eras uno de los amigos del novio de Chevita", sobre todo porque "Chevita" era un apodo un poco malicioso que yo había inventado y que sólo Sara conocía. Al final se despidió muy efusivo, seguro sacado de onda porque yo casi no emití palabra, y me pidió que le mandara muchos saludos a mi papá. Ya finalmente me ahorró la vergüenza de preguntarle y me dijo su nombre, al menos para pasar el saludo completo. Y no, su nombre tampoco me sonó.

Sentí que me había portado muy grosero, y me quedó un sentimiento medio desagradable. Me duró muy poco, porque al dar la vuelta en un pasillo agarré del brazo a Sara y le dije alarmado: "ahí está Alejandro". De inmediato nos pusimos muy nerviosos, como si nos hubieramos topado con nuestro rockstar favorito. Y en cierto sentido, así era.

 
A good guy.
 
A diferencia de la bestia innombrable, Alejandro Valdés del Bosque es uno de los mejores profesores de Literatura que han habitado el planeta Tierra. La mayoría de las clases de LLE fueron poco memorables y algunas activamente las he bloqueado, porque de hecho me envenenaron la cabeza, pero las clases de Alejandro fueron un compilado de Greatest Hits en lo que a enseñanza se refiere. Si algún día lo ven en la calle, salúdenlo y díganle que sin él de francotirador la Literatura hubiera perdido la guerra. O algo.

Claro que para nosotros Alejandro había alcanzado niveles de mitificación monstruosos. Ya las últimas veces que nos acordábamos de él decíamos cosas como "¿recuerdas cuando me tocó la frente y de repente ya me sabía todo el Amadís de Gaula?" Por eso cuando lo vimos nos pusimos nerviosos y no quisimos toparnos con él. Tratamos de sacarle la vuelta, pero así sea en la Feria del Libro o en los puesteros del Puente del Papa, navegar un lugar serpenteando significa que eventualmente te vas a topar con tal persona, a veces constantemente.

La pobre acompañante de Alejandro supo exactamente qué hacer cuando nos acercamos a saludarlo, y siguió por el pasillo sin detenerse. Probablmente la mujer se había hartado a la octava vez que un alumno lo detuvo para decirle cómo es que había cambiado su vida. Recordando que él había partido a España a estudiar una maestría o doctorado en mis últimos semestres, le dije en tono de broma: "cuando usted se fue, perdí todo el interés en la carrera". Y zaz, al acabar de decirlo me di cuenta de que era verdad. Sara y yo no deshicimos en cumplidos y nada más nos faltó echarnos al suelo y gritar "we're not worthy!" Finalmente lo dejamos ir. Nunca lo habíamos platicado, pero creo que Sara y yo siempre estuvimos de acuerdo en que si alguien merecía saber lo increíble que era, ese era Alejandro Valdés.

Al final, aunque vi un par de libros que me interesaron un poco, lo único que hizo la Feria fue convencerme de que tenía que pedir varios kilos de libros de Amazon. En la última Feria compré Humo y espejos de Neil Gaiman, y juré que sería la última traducción de un libro en inglés que compraría en la vida. Horrible.

Al salir, en la puerta estaban manifestándose los PANtasmas, que tenían unas demandas algo truculentas.


Yo por eso prefiero a los PRImates. Quién sabe que exigían, pero sólo por manifestarse disfrazados de gorilas tienen mi inmediata simpatía.


Al principio creí que los dos grupos estaban aprovechando la presencia de los visitantes a la Feria, pero Sara recordó que ayer había sido el Informe del gobernador. Eso tenía más sentido.
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Goddammit

Cosas que me irritan #1:
Gente que en lugar de nick en el messenger tiene información que sólo a esa persona le interesa, como "Peruano maldito, si te encuentro te voy a matar..." o "LOST...2da Temporada...caps 1,2,3...DVD-R".
Y lo peor es que no estoy seguro de que lo pueda borrar, siendo contacto del trabajo y tal. Pero si al eliminarlo sonara un grito como si lo estuviera apuñalando repetidamente, no lo pensaba dos veces.
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U2 en Late Night with Conan O'Brien


Conan O'Brien le dedicó todo un show a U2. La banda tocó, platicaron sobre el grupo y sobre la nominación de Bono al premio Nobel de la Paz. Toda una hora de Conan y U2.

Hubo una época en la que el prospecto me hubiera hecho comprar DirecTV americano (de manera legal, incluso) sólo para presenciar ese show. Me hubiera gustado que una de las cuatro canciones que tocaron hubiera sido del Joshua Tree, de Achtung Baby, o incluso de The Unforgettable Fire, tan sólo para recordarme de la época en la que hubiera marcado en el calendario esa presentación con dos meses de antelación. Desgraciadamente, todas fueron de sus últimos dos discos.

Me hizo preguntarme si ya no volvería a sentir alguna vez el mismo fervor por una banda. Por el momento es imposible saberlo, porque últimamente sólo he estado escuchando música de gente muerta, ya sea en el sentido físico o en el artístico. Recuerdo aquella vez que le colmé la paciencia a mi papá cuando insití tanto en que apurara al técnico para que arreglara nuestra videocasetera, porque en cualquier momento de esa semana iban a estrenar el video de Tonight, Tonight, de Smashing Pumpkins, y quería grabarlo cuando apareciera en XPO.

Irónicamente, resultó ser un video asqueroso.

Mi esposa y sus hermanas están interesadas en ver unas fechas de Letterman y Leno donde aparecerá Fiona Apple. Mi esposa está acaso más en línea conmigo, con una actitud de "ah sí, estaría bien verlo". Mis cuñadas son más "rápido, ¿a quien conocemos que tenga DirecTV gringo?" Me puedo identificar con el sentimiento, pero sólo a punta de pistola podría pensar en algún artista por el que me desvelaría hoy en día.

No se, fue raro. Un programa perfecto que llegó demasiado tarde.
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Danza macabra

 
Ayer alguien me quiso sacar plática sobre Bailando por un sueño, que por el simple hecho de ser un reality show mexicano es absurdo y naco casi por default. A diferencia de Big Brother, que seguía con verdadero interés al principio (y en cuyo concepto fundamental sigo creyendo, aunque en México la mercadotecnia lo destruyó por completo), o La Academia y similares, que acaso vale la pena ver por puro morbo y porque "son tan malos que resultan buenos", Bailando por un sueño me da una flojera infinita. Sólo una vez me tocó verlo, en casa de mis papás, donde lo estaba viendo mi hermana menor y su novio. Yo no le estaba poniendo mucha atención, por estar platicando y jugando con la Canela, y acaso vi dos bailes y sus calificaciones.

Con eso me bastó para que cualquier interés que haya tenido en el programa se apagara al instante. Se me hizo la cosa más insípida del mundo. Viendo girar a Ana Layveska (linda, sin duda) o a Carlos Bonavides resbalándose con su propio sudor en la pista de baile, me di cuenta de que las parejas jamás iban a dar un espectáculo digno de verse. Es decir, en el sentido de apreciación de baile, por mucho que practiquen, los artistas exclusivos de Televisa jamás podrán acercarse a verdaderos profesionales de la danza. Yo no bailo, y en general la danza no me podría importar menos, pero sí me ha tocado ver demostraciones explosivas de ritmo y coordinación. Es obvio desde el primer momento en que ves Bailando por un Sueño que nada remotamente similar va a ocurrir en el programa alguna vez.

Y lo paradójico es que hacen un esfuerzo mayúsculo, por lo que su desempeño es aceptable... lo cual deja fuera sintonizarlo para ver qué mal baila Sergio Mayer o Pilar Montenegro. No, al final es un espectáculo regular, poco interesante. No me llama la atención. Y fue todo lo que podía decir al respecto, hasta hoy.

Salió una nota en el periódico sobre el arranque de la nueva etapa de Bailando por un sueño, con la obligatoria lista de los nuevos "soñadores", lo que deseaban ganar, y las celebridades con las que harían pareja. Mientras iba leyendo la lista, el corazón se me empezó a hundir. Para los que no sepan qué es Bailando por un sueño, es un híbrido de concurso de baile y reality show, robado de una idea original británica, donde a los participantes los emparejan con una celebridad para ejecutar rutinas de baile que impresionen lo suficiente a los jueces y público para que no sean eliminados del programa, y así ganen un gran premio. A diferencia del programa de la competencia, Bailando por el millón de TV Azteca, cuyo premio final es el millón de pesos titular, Bailando por un sueño promete al concursante ganador cumplirle un anhelado sueño, que de otra manera le sería imposible alcanzar. Es por esto que todos los concursantes traen consigo una fuerte necesidad, como cumplir la última voluntad de la madre de uno de ellos (esparcir sus cenizas en un país europeo), o poder colocar un elevador en un centro que atiende a niños con Síndrome Down.

Ésta es la lista de los nuevos participantes. Sí, la inclusión de "El Perro" Bermúdez da risa, pero observen lo que buscan ganar los concursantes:

Galilea Montijo-Miguel Ángel Monfort: Tratamiento para hermano accidentado de la columna.

Adriana Fonseca-Luis David de los Ángeles: Remodelar y equipar laboratorio dental de su papá.

Pilar Montenegro-Alfredo Ramírez: Pagar el tratamiento de la sobrina invidente de Alfredo.

Imanol-Cynthia Díaz: Sacar a sus hermanos gemelos del orfanato antes de que los adopten.

Enrique "El Perro" Bermúdez-Yessenia Hernández: Centro de Rehabilitación Alcohólicos en Palenque, Chiapas.

Sergio Mayer-Jennifer Barcelata: Comprar casa a su mamá, que padece tumor cerebral.

Gabriel Soto-Pamela Marrún: Encontrar y conocer a sus dos hermanas abandonadas por su padre.

Jorge "El Travieso" Arce-Verónica Carrillo: Crear un centro de rehabilitación para niños abusados.

Alessandra Rosaldo-Israel Aquino: Evitar con tratamiento que su abuelita pierda la vista.

Sylvia Pasquel-Óscar Ramírez: Operación de tumor cerebral a su prometida.
La idea revolucionaria que separa a este programa de todos los demás, incluso aquellos a los que ha copiado, es que los participantes no bailan "por un cochino millón", sino por la posibilidad de, en algunos casos, mejorar la vida de la comunidad o familiares, y en el peor de los casos, evitar una tragedia.

Es un concepto monstruoso.

En aquella única ocasión que lo vi, me tocó ver a Adal Ramones, al momento de anunciar a quién habían favorecido los votos del público. Dijo, refiriéndose a los perdedores: "aquí, un sueño termina". En ese momento no me cayó el veinte de lo inmoral de esas palabras. Como en Highlander, al final sólo una pareja será la ganadora. Escojamos una al azar: digamos que gana la mancuerna Adriana Fonseca-Luis David de los Ángeles. Qué padre por ellos, podrán acondicionar el laboratorio dental del papá. ¿Y los demás?

Óscar Ramírez no podrá extirparle el tumor cerebral a su prometida.

La abuela de Israel Aquino eventualmente se quedará ciega.

El hermano de Miguel Ángel quedará postrado de por vida.

Cynthia será separada de sus hermanos cuando a éstos los adopten unos extraños.

Los participantes de Bailando por un sueño no concursan por viajes, dinero o coches. Lo que ellos buscan es ayuda humanitaria. En corto, el programa les coloca su sueño colgando de un hilo sobre su cabezas, y los obliga a partirse el lomo tratando de evitar que los sueños de sus competidores se cumplan. Televisa tiene los medios para apoyarlos a todos con facilidad... pero claro que no sería tan entretenido. Una cosa es ver castigada la codicia en los niños bien de Big Brother, o dizque expulsar a una dizque cantante en La Academia, que de todas maneras va a tener su dizque disco de 60 pesos. Ilusionar a personas con necesidades reales que nadie desearía tener, para después mandarlos a casa con las manos vacías, es algo muy diferente.

Es como si yo me trajera a diez niños de Somalia y me sentara frente a ellos sosteniendo un pan en la mano. En cuanto se acerquen, estirando sus bracitos y relamiéndose los labios, les aclararía que el pan es para quien cante más bonito. Lo llamaría Cantando por un pan.

¿El golpe de gracia? Que la mayoría de los concursantes de Bailando por un sueño van a ver cómo se esfuma su sueño, no por su culpa, sino por el estorbo que les tocó de pareja. Tomados del catálogo de exclusividad de Televisa, pocas de estas celebridades son famosas por su baile. Y aunque se identifiquen y hagan todo lo posible por cumplir el sueño de sus parejas... al final sus dos pies izquierdos van a provocar que niños nunca obtengan su operación, o que familiares nunca se encuentren. Es un juego terrible y macabro.

Y digo, yo no soy la persona más sensible del mundo. En el comercial de Alerta Urbana del canal 12 pasan video de un tipo prensado en su coche, mientras le ponen un collarín, y en ese punto grita de dolor: "¡¡NOOOOOOO!!". Me parte de risa. No soy ajeno a reírme de la desgracia de otras personas. Pero sin importar que lo recaudado con las llamadas se ayude a "alguna causa social", poner a personas comunes con una fuerte necesidad a sudar y sangrar, encadenados a plastas famosas, sabiendo que sólo tienen una oportunidad entre 10 de ayudar a sus familiares, y que lo presenten como entretenimiento familiar... es simplemente sádico.

Al inyectarle ese "elemento humano" que tanto presumen, los creativos de Televisa ignoraron el verdadero atractivo de Dancing with the Stars, la versión original: ¡que las estrellas bailaban! Ahí sí la gente votaba por Joey McIntyre o John O'Hurley (J. Peterman de Seinfeld), quienes bailaban con profesionales de la danza y demostraban que tenían lo suyo. Era, por así decirlo, un concurso de baile VIP, para decir "hey, no sabía que Evander Hollyfield tuviera tan buenas movidas".

En Bailando por un sueño, los artistas inexpertos en el baile y obligados a participar por contrato, se convierten en una amenaza a los sueños y aspiraciones de los pobres desafortunados que tienen que aguantar que les pisen los pies. Cada giro fuera de ritmo, cada atrapada temblorosa, significa para los concursantes alejarse cada vez más de sanar a su mamá, a sus sobrinos, a su comunidad. Para el teleauditorio, todo este escalofriante espectáculo y sus espectaculares niveles de audiencia significan que nos vamos acercando cada vez más a la realidad de The Running Man.
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Héroes de segunda mano


Existe un bizarro elemento semi-social con respecto a los videojuegos de cartucho que, por mis muy particulares manías, no llegué a experimentar mucho, y que por los avances de la tecnología del medio, probablemente no volveré a experimentar jamás.

Cuando dependía de mis domingos para conseguir juegos, y el prospecto de comprar juegos nuevos periódicamente pertenecía al terreno de la fantasía, yo solía cambiar mis cartuchos de Nintendo y Super Nintendo por otros, para tener así la posibilidad de jugar juegos nuevos. Aunque en ese entonces era lo más natural del mundo, el saber que alguna vez tuvimos en nuestras manos un videojuego que posiblemente no volveremos a jugar a menos que paguemos una pequeña fortuna en ebay es algo que a algunos de nosotros nos atormenta por las noches. Así que desde que gano mi propio dinero, salvo la adquisición mal aconsejada, casi todos los juegos que compro me los quedo. Es por eso que cuando se armó el furor de Soul Calibur II, ¿quién creen que tenía su original de Soul Calibur para Dreamcast? Damn right it was me.

 
El primer RPG que jugué fue Final Fantasy II. Lo conseguí porque larevista británica Super Play lo llamaba uno de los mejores 3 juegos RPG para el Super Nintendo, junto Legend of Zelda: A Link to the Past, que si bien no es un RPG en el sentido formal, sí es increíble. Conseguí el juego usado, con todo y caja, y cuando venía en el camión de regreso de los puesteros de Reforma, me puse a leer el grueso manual. Al final venían esas páginas marcadas como "NOTES", que en realidad nadie usaba nunca (¿quien diablos raya un manual?). Pues que no vengo descubriendo que el anterior dueño del cartucho había llenado dos de las cuatro páginas con una letra pequeñita e indescifrable. Honestamente, me gustaría poder decir que venían valiosos secretos sobre el juego que me ayudaron con esa primera experiencia en el género. Pero no, las líneas que resultaban entendibles decían algo así como "...a la tercera se le apaga y que Juan no...", "...esqueletos y babosas después de dos horas, sin..." y "...Palom, Porom, siempre sí, sin necesidad de..." (éste último sí lo pude comprender cuando terminé el juego). Al parecer el amigo se tomó lo de "notas" muy literalmente, porque se trataban de confusos vistazos a su experiencia de juego, no sólo al juego en sí. Quizá por eso la palabra "mamá" aparecía tantas veces.

Así que era extraño, encontrar vestigios de "otro" en tu juego. Al comenzar Final Fantasy II te pedía que eligieras qué partida continuar, y ahí estaban para escoger los distintos avances del jugador desconocido. No del todo cómodo con la idea de compartir el espacio con él, borré todos sus archivos, y comencé con una batería limpia. Probablemente el niño cambió su cartucho de FFII y ya jamás volvió a pensar en él. Pero pienso que de enterarse de la facilidad con la que deseché el legado de horas y horas de su juego, probablemente no lo hubiera tomado muy bien.

Desde que todos usamos tarjetas de memoria y el último cartucho con batería se quedó en el Nintendo 64 (vale, perduran en el Gameboy y DS), ocurrencias de este tipo ya son rarísimas. Casi quince años después me pongo a reflexionar sobre ellas desde un punto de vista social, humano, de relaciones diferidas e indirectas. En aquellos tiempos de cambiadera de juegos por treinta pesos, no nos poníamos a pensar mucho en eso, aunque no por eso dejaba de ser importante, y causa de miles de corajes.

 
El tercer juego de la lista de los mejores RPGs era Secret of Mana, que aunque era un buen juego, nunca compartí el furor con el que era idolatrado en el Reino Unido. Después de darle dos vueltas al juego completo, se lo presté a Fer y él lo tuvo por varios meses. Creo que yo había nombrado a los tres héroes Syd, Dalia y Rydia. Cuando finalmente fui a reclamarlo, había ocurrido el desastre. El hermano menor de Fer le prestó el cartucho a sus vecinos, "Los Hermanos Korioto", y cuando se los regresaron habían borrado mis partidas y llenado todos los archivos con los avances de sus héroes, que habían nombrado MEXICO, CANADÁ y ESTADOS UNIDOS.

Me puse furioso. Y no es que yo planeara cargar la partida más avanzada para pasear en la última etapa del juego o ver el final una y otra vez (aunque esto sí lo hacía, de cuando en cuando). No, lo cabreante era... la disolución de la prueba de una empresa, de una temporada, de un objeto de autocomplacencia. Como el hombre que construye un puente, clava una bandera en la luna, o raspa sus iniciales en el tronco de un árbol, la partida te permite decir "yo estuve aquí, esta es mi prueba". La cuenta total de horas y el nivel de experiencia son más tangibles que la memoria, y más eficaces al momento de producir reverencia y aprobación entre tus iguales videojugadores. Vida y obra de Syd, Dalia y Kupo: cero. Simbólico, al final, y los recuerdos y la experiencia nadie me las va a poder quitar. Pero como todo aquello con un valor simbólico, su pérdida obligaba un apretar de dientes, un palpitar en las sienes y una rigidez en el pecho que finalmente se deshacía en un largo suspiro de tristeza y resignación.

"Estuve aquí, existe evidencia de mi tiempo y mi esfuerzo". Eso sentía uno al ver esos números, al reanudar la jornada cerca del final. Y cuando el cartucho cambiaba de manos, alguien más era testigo del legado de un desconocido. En aquella época no valorábamos ese tipo de cosas, y ahora estas reflexiones no me sirven de nada. Hoy lo pensaría dos veces antes de borrar todos los archivos del bizarro "Half-Blood Prince" del manual de Final Fantasy II, y dejaría al menos uno, como muestra de respeto entre caballeros. Porque ahora se que duele cuando las grandes aventuras y proezas son condenadas al olvido por MEXICO, CANADA y ESTADOS UNIDOS.
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