Had you been there tonight you might know how it feels
to be struck to the bone in a moment of breathless delight.




Hace poco invité a mis hermanos a mi casa y jugamos este juego:

Teenage Mutant Ninja Turtles: Turtles in Time. La versión Arcade, en el emulador MAME del Xbox.

Como ellos sólo conocen la versión de Super Nintendo, se los puse para que vieran la versión de mejor calidad. Al principio me la pasé señalando la claridad del audio y la variedad de la animación de las tortugas... pero pronto empezaron sus quejas. Que si este jefe no salía aquí, que si lo cambiaron de lugar, que aquél estaba mejor. Yo estaba más preocupado porque había olvidado cómo hacer ese movimiento en el que lanzas al enemigo contra la pantalla, que es vital en cierta parte del juego. Nada, que no necesité hacer ese movimiento porque esa parte nunca apareció. Al final era yo el que preguntaba "¿qué no en el barco pirata aparecían Bebop y Rocksteady?" y "¿Qué Shredder no era más difícil?"

Es evidente: la versión de Super Nintendo, pese a que sus "Cowabunga!" suenan más a "Hauahanga!" y sus sprites son más pequeños, es superior a la de Arcade. Aunque al momento de ofrecer contenido extra en una conversión a formato casero la primera compañía en que se puede pensar es Namco, con eso de que sus Tekken incluyen extensivos modos de entrenamiento y minijuegos de volleyball, Konami le quitó poco o nada a Turtles In Time, y además le puso un nivel extra ("Technodrome: Let's Kick Shell!"), eliminó a un jefe bastante mediocre, y colocó a varios jefes bastante buenos. Cuando mis hermanos vieron que Slash no era el jefe del nivel prehistórico, y que de hecho no aparecía en todo el juego, se decepcionaron mucho.

Eso saco por querer educar a mis hermanos... el ignorante resulté ser yo. Es un buen descubrimiento, sin embargo. Me hace apreciar aún más el nivel de calidad de los juegos de aquella época.
4 comments



 
Trabajadores viven "síndrome de la derrota"

Miles de aficionados trabajarán con desánimo esta semana, después de que el domingo Rayados del Monterrey no consiguiera el campeonato de futbol

La derrota de 11 hombres es suficiente para que miles de aficionados acudan a su trabajo con desánimo e incluso desarrollen una depresión temporal, causando un impacto directo en su productividad y en la competitividad de las empresas.

"La pérdida del campeonato del equipo de futbol Rayados sí tiene un impacto en la emoción y en las actividades de las personas, porque las metas, sueños e ideales son los que motivan a la gente para funcionar y estar insertos en la cultura... cuando alguno de estos ideales se trunca, hay un impacto emocional", explicó el psicólogo Jonathan Terán Moreno.

Al futbol se suman otros factores que pueden afectar el ánimo de los trabajadores, como el clima lluvioso y frío, los salarios mal invertidos, el despilfarro, las deudas y el exceso de alcohol y tabaco por las fiestas navideñas, añadió el especialista.

Entre los trabajadores que son aficionados al futbol es notorio un cambio en el humor, "pues somos personas integrales y no se puede separar la actitud de la aptitud", explicó Rodrigo Plancarte de la Garza, director de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) Nuevo León.

Según el representante es difícil calcular el impacto en la productividad, pero es evidente que las relaciones laborales son distintas y que pueden ocurrir más desacuerdos que de costumbre. "La Navidad, las vacaciones y el aguinaldo pueden ser un contrapeso", consideró Plancarte.

Para Pedro González, especialista laboral de la Cámara de la Industria de la Transformación (Caintra), en la época navideña la mayoría de los trabajadores se enfrentan a una serie de distractores que tradicionalmente disminuyen la productividad, deficiencia a la que ahora se añade la tristeza por el futbol.

"En algunos casos se llega al apasionamiento y una de las formas en las que se desahoga la gran mayoría de los trabajadores ?de todos los niveles- es a través del futbol, desde directivos hasta operarios el apasionamiento no es exclusivo de ciertos niveles", explicó González.

Recomiendan hablarlo

Jonathan Terán señaló que lo mejor es discutir la derrota de Rayados porque "en los grupos, lo que no se habla se actúa", es decir, que si el tema no es abordado y debatido en la empresa, los trabajadores obtendrán un bajo rendimiento.

"Lo que recomendamos a las empresas es que les den la oportunidad de hablar el tema y decir que es un campeonato, sí, pero que no se ha perdido la guerra y cada torneo es una oportunidad de ganar un campeonato", sentenció el psicólogo.

Rodrigo Plancarte y Pedro González aconsejaron a los patrones y jefes de recursos humanos que dediquen algunos minutos para dialogar con los trabajadores afectados; González consideró que además es positivo que la empresa coloque algún comentario alusivo al torneo de futbol en el tablero de anuncios de la compañía.

¿Qué es?

- Los aficionados pueden desarrollar un síndrome a consecuencia de una derrota.

- Pueden deprimirse a causa de la pérdida de un ideal y de su sentido de identidad.

- Pueden ser afectados también por el clima invernal, la lluvia, el mal uso del aguinaldo y el abuso de bebidas alcohólicas.

¿Qué hacer?

- Se recomienda hablar sobre la pérdida del campeonato, debatir y externar la tristeza.

- A los empresarios se les aconseja dialogar con sus empleados afectados y ventilar el tema a través del tablero de anuncios de la compañía.


***

Lo más patético de todo es que los noticieros ya estaban exhortando a los dueños de empresas a mostrar tolerancia y comprensión a los trabajadores que probablemente llegarían tarde o se ausentarían a causa de los festejos. Parece que final de cuentas de improductividad no se iban a salvar.
6 comments



 
Recuerdo que en el 2003 The Sun reportó la aparición de un muñeco Hulk anatómicamente correcto, obtenido por una niña de seis años como premio por haber ganado en un juego de feria. En una discusión en los foros de Kung Fu Cult Cinema, un grupo se dedicó a especular la procedencia del muñeco, a todas luces no un producto oficial. El hecho de que la nota provenía de un tabloide sensacionalista londinense no impidió que varios compartieran sus teorías, hasta llegar a un comentario que me llamó la atención. Parafraseando, decía algo así:
Es probable que el muñeco provenga de México o algún otro lugar de Latinoamérica, donde impera la venta y producción de mercancía ilegal.
Quizá menos elocuente y un poco más racista. De todas maneras, la aseveración tenía algo de verdad detrás de ella... hace diez años. Cualquier mexicano sabe que, al menos en cuestión de juguetes, hoy poy hoy casi todos los productos piratas vienen de China.

Una vez, mientras irritaba a un vendedor de nintendos chinos (que esos forzosamente tenían que ser chinos, al pirata mexicano no le alcanza el ingenio para tanto) en los puesteros de Colegio Civil, vi cómo descargaban cientos de bolsas que contenían muñecos de plástico con las forma de personajes de caricatura. Quizá mis contemporáneos recuerden que aquellos monos eran figuras de plástico cuya textura recordaba al jabón, pintado pobremente, y a veces con limitadas articulaciones en las extremidades (en el sentido de que podias sentarlos y mover sus brazos arriba y abajo, pero nada más). Venía en una bolsa de plástico grueso como con el que forrábamos libros de primaria (el que huele tremendo), que a su vez estaba grapada a un pedazo de cartón con una ilustración del héroe en cuestión. A veces se tomaban la molestia de cambiarle el nombre, como "Man Bat" en vez de Batman, pero en la mayoría de los casos lo ponían tal cual. A veces ni nombre tenían.

Llegó el cargamento para ser entregado entre los distintos locales que ofrecían juguetes y novedades, y ahí vagamente me di cuenta de lo que en realidad estaba detrás del monito que me compraba mi mamá en el mercado sobre ruedas. Como en esos comerciales que informan sobre todos los involucrados en la platería mexicana, me interesó saber quienes se dedicaban a falsificar figuras de acción. Porque, pese a que las crudas rebabas de plástico en el contorno de la figura denotaban una especie de una rudimentaria producción en serie, en la mayoría de los casos las figuras nunca eran exactamente iguales entre sí. Podía tomar dos figuras de Seiya, de los Caballeros del Zodiaco, nacidos del mismo molde pero que a través de sus imperfecciones decían algo de la gente que había trabajado en ellos. En la figura de la mano izquierda el cabello estaba pintado de negro, la ropa roja y la armadura de blanco. En la de la mano derecha, los accesorios habían sido ignorados y el cuerpo de Seiya estaba totalmente pintado de rojo. Podía deducir que quizá el de la mano derecha fue pintado casi al final del día, en manos de una mujer impaciente por marcar tarjeta en la maquiladora. Todas esas figuras tenían rasgo casi artesanal que Mattel no podía igualar.

Suena bonito, la nostalgia y todo eso, pero en realidad la mayoría de esos muñecos eran horribles, y aunque a veces bastaban para algunos de nosotros, uno pasaba vergüenzas cuando tocaba jugar con el niño al cuyos padres podían comprarle un He-man que no tuviera el pelo azul. Una vez, sin embargo, tocó que una de estas creaciones mexicanas fuera mi juguete favorito por el tiempo que me duró.

Era una tortuga ninja. Diría que era Rafael, pero a los ojos de los piratas quizá todas las tortugas tenían antifaz rojo. Complicaba las cosas el hecho de que tenía una espada, unos cuchillos "sais", un chaco tieso, un palo (digo, "bo"), y un gancho para trepar muros. Digamos que era Rafael, aunque el arma que nunca dejó su mano en realidad fue el gancho. Adoraba ese muñeco. Venía en la misma bolsa de plástico pacheco grapado a un cartón, pero la figura en sí era fabulosa. Era de un plástico muy duro, con mínimas rebabas a sus costados. Contaba con un grosor que resultaba un derroche de materia prima pero que le daba un peso y presencia que ninguno de mis otras tortugas tenía (y tenía originales, chinas, japonesas y otro par de mexicanas). Los brazos y piernas estaban esculpidos de manera que se podían sentir los músculos, y el caparazón, si bien no tan detallado como el de una tortuga de verdad, al menos sí estaba en relieve y simétrico. La figura era naturalmente verde, y todo lo que debía ir de un color distinto estaba bien pintado: el caparazón de un verde más oscuro, el peto de color amarillo, el antifaz rojo, los ojos blancos (un detalle muy Kevin Eastman) y el cinturón negro. El rostro lo tenía congelado en una mueca feroz, y resultaba imponente en presencia de las otras tortugas. Con decirles que la Tortuga Ninja china, que venía en un empaque más elegante, en realidad era de hule, como los patitos, que si lo apretabas le salía y entraba aire. Nada que ver con la bestia hermosa y pesada que era la Tortuga mexicana.

Quizá lo que más me gustaba era que se paraba por sí sola. Me quedé atónito cuando la puse en el suelo por primera vez, y se quedó quieta, en pie de guerra. Le soplé varias veces y la figura permaneció en su sitio. ¡Estaba feliz! La mayoría de las veces tenía que rebanarle las rebabas de los pies, lo cual casi nunca daba buenos resultados, por lo que acababa creando escenarios como "¡Ahá, te tengo contra la pared, no puedes escapar!"

Esa tortuga era siempre el líder, el protagonista, y siempre lo traía de arriba abajo, siendo mi actividad favorita ponerlo a rapelear con su gancho desde el techo de la casa. A unas cuantas semanas vi con preocupación que, aunque aguantaba admirablemente el trato rudo de estos juegos, mi favoritismo estaba causándole raspones y desgastes. Le di dinero a mi mamá para que en su próxima visita al mercado sobre ruedas me comprara otra igual, para que al menos compartieran los abusos. Cuando regresó del mercado, me dijo que el señor no tenía, que hasta la próxima semana. Cuando a la semana siguiente me trajo un nuevo muñeco de las tortugas ninja, no era ni remotamente similar a la que yo tenía: no tenía armas, no se podía parar sola... vaya ni siquiera estaba pintada.

Enojado con mi madre porque había malentenido mis indicaciones (todo un pequeño patán), a la semana siguiente yo la acompañé al mercado, seguro de que no había preguntado con el mismo señor que le vendió la otra. Y así fui, y luego la semana siguiente, y la que siguió, y la que siguió, hasta que descorazonado me di cuenta de que nunca volvería a encontrar una tortuga ninja de la misma calidad. Todas estaban mal pintadas, o en la bolsa estaba un brazo caído, o tenían una cara idiota, o ni siquiera podía mover sus piernas (o con una pierna más corta que la otra).

Aunque cuidé a ese muñeco sabiendo que era único e irremplazable, a final por el uso acabé gastándolo y probablemente se me perdió un brazo suyo. No recuerdo la última vez que lo vi, aunque con toda seguridad lo perdí, como muchas otras cosas, durante una mudanza bastante caótica de mi adolescencia.

Lo triste de todos estos recuerdos es que en años recientes he tenido la tranquilidad de que si perdí algo en cierto momento y quisiera recuperarlo, hoy en día existe ese invento maravilloso llamdo ebay. Sé que si en cierto momento se me antoja comprar algo que hoy en día ya no se vende, por alguna suma y en algún momento será posible adquirirlo en una subasta. Si se me antoja comprar todos los juguetes oficiales de las tortugas ninja, con varios miles de dólares y un poco de paciencia eventualmente los tendré todos (y hasta en su empaque original). Puede que sea difícil, pero no imposible.

Esa tortuga ninja, o una como ésa, se ha perdido para siempre. No hay a dónde acudir o a quién preguntar si alguien tiene una igual arrumbada en un clóset. Lo más probable es que todos los muñecos que salieron de ese molde ya no existan. ¿Y a quién le importa? A sentimentaloides como uno que descubren que en esta ocasión ni todo el dinero del mundo podría regresarle un juguete de la infancia.

Es una situación curiosa, con la cual quizá generaciones posteriores no puedan identificarse. Como mencioné al principio, para los negocios que se dedican a vender chucherías resulta más barato importar este tipo de productos de China, que tiene una mano de obra aún más barata que la mexicana. Y aunque son de mala calidad, uno puede esperar que todos esos juguetes sean idénticos, hechos por máquinas. Sueno como el abuelo que se lamenta de que los niños ya no jueguen con trenecitos de madera... y la verdad no está muy alejada una cosa de la otra. Así como la mayoría estaban de rascuaches y hechos al ahí se va, solía pasar que a alguno de estos juguetes se le dedicaba la atención de una o varias personas y el resultado final era un producto con más personalidad que el artículo oficial. Era una ocurrencia lejana, pero al menos en ese entonces podía darse. Hoy la piratería es uniforme y fría, sin la posibilidad de ofrecer algo verdaderamente único.

Lástima que se haya perdido esa bonita tradición para siempre.
1 comments



Hechos recientes que involucran a un equipo de futbol ganándole a otro parece que le frieron el cerebro a un número alarmante de personas. He resistido la tentación de mencionar algunos de los episodios más patéticos que los noticieron parecen servir a carretadas cada mañana con el mismo entusiasmo idiota en el que la ciudad parece estar sumida. El más tragicómico de todos fue el de una personalidad del periodismo nacional que perdió la cabeza y armó un espectáculo con una columna suya que al final lo pintaba como un hombre en pañales chupándose el dedo sobre un caballito de madera.

En estos momentos las calles están tranquilas, todo mundo está viendo el partido en restaurantes y cantinas. El último reportaje de Las Noticias nos reconfortaba con el hecho de que aquellos "tras las rejas" no se estaban perdiendo de la acción, porque estaban transmitiendo el partido a los reos del penal de Topo Chico. Así que este amigo no tiene nada de qué arrepentirse, porque no sólo no tuvo que pagar por ver el juego, sino que de bonus pudo agarrar a patadas a su madre. Bien por todos los violadores y asesinos del Topo Chico; al cabo no es como si la cárcel se tratara de privarlos de algo o algo así.
3 comments



Cuando llega el descanso de fin de semana, después de salir a cenar o a pasear, Sara siempre me pregunta "¿cuál es el plan?", refiriéndose a en qué me voy a ocupar la noche del jueves o viernes. Casi nunca tengo un "plan", y cuando me pregunta me obliga a pensar en mis opciones. Escribir, jugar, ver películas, etc. Solía agradecer estos cuestionamientos, pues de lo contrario la mayoría de los descansos me los pasaría inerte en el sillón viendo el canal De Película hasta la madrugada.

Hasta hace poco me di cuenta de que preguntarme el plan, más que por curiosidad o por ayudarme a organizar mi noche, es en realidad la manera en la que Sara averigua cuales son sus opciones. Es muy común que Sara entre al cuarto de la tele (donde está la TV grande y todas las consolas) y vea esto:

Éste soy yo en una noche de viernes, pasando cosas del Xbox a la laptop, usando la laptop para quemar dvds y jugando Playstation 2. Sara no puede ver cable en la tele grande, o jugar Katamari, o checar su correo. Le queda, uh... limpiar la casa o algo.

A hacer todas estas actividades al mismo tiempo yo le digo MULTITASKING.

Ella le dice ENTERTAINMENT HOG.
6 comments



Me alegro de estar vivo y jugando en una época que produce obras de arte como Shadow of the Colossus.

Arte: `arcipello
0 comments


Lucero


Hoy vi en una repetición de Furcio algo que me conmovió mucho. Lo tenía de fondo mientras estaba revisando correo y me sacó de mi concentración el familiar sonido de "El Gallinazo", la canción que bailaba Mario Bezares en Una tras otra. Levanto la vista y descubro que quien anda brincando, bailoteando, haciendo lagartijas y dando sentones en el suelo no era Mayito, sino... Lucero. La Lucero de 1996, en el set de Lazos de Amor, reconocible porque en una toma bailaba vestida con un atuendo seductor, y en la siguiente tapada hasta el cuello. Era un montaje de muchas instancias en las que, entre descansos, se puso a imitar la postura de ave de corral, a mover sus caderas de un lado a otro, a doblarse una camisa sobre su rostro (!) y agitar los brazos en el aire. Aparentemente lo hacía constantemente, a juzgar por la cantidad de peinados y vestuarios distintos que aparecían en el montaje.

La imagen tuvo más impacto al contrastarla con lo que vi la semana pasada en casa de mis padres, donde por quince minutos acompañé a mi madre mientras veía Alborada, la novela actual de Lucero. En estos casi diez años ha sufrido una transformación cuya verdadera tristeza sólo descubrí hasta hoy. La Lucero que brincoteaba en los foros de Televisa de 1996 estaba grabando, sin saberlo, la que sería su novela más exitosa. Ya había alcanzado una estupenda recepción con Los parientes pobres, pero Lazos de amor se convertiría en un éxito que hasta el momento no ha vuelto a igualar. Aunque había estado presente en la TV desde que tenía memoria, Lucero se vio catapultada a una posición que aceptó como todo lo que posiblemente que quiso en la vida: ser adorada por miles, convertirse en "la Novia de América".

Se convirtió en imagen, en ícono de su empresa. Lloraba a voluntad para cumplir la meta anual del Teletón, su escaparate más importante. No descuidó su faceta de cantante, pero como Luis Miguel, rehusó aventurarse a lanzar nuevos clásicos del pop y la balada y prefirió asentarse cómodamente en la excelente ejecución de música ranchera, que nadie se atreve a (o le importa) destrozar. Si en su ascenso no estaba consciente de los riesgos que su pedestal implicaban, hizo un trabajo admirable evitándolos de manera natural.

Lucero se convirtió en una fachada. De qué, bueno o malo, no importa. Su impecable rostro llevaba a cuestas la responsabilidad de representar a Televisa, y sus palabras y acciones tenían cierto carácter oficial. Se convirtió en una muñeca de porcelana de relaciones públicas... y todo parece indicar que ni ella sabía en lo que se había metido. Cuando un día explotó furiosa contra la prensa, quien le reclamaba la prepotencia de uno de sus miembros de seguridad, la gente no se lo perdonó. Y no porque haya estado mal que atacara a la chusma petulante de la prensa de espectáculos mexicana, porque ella estaba en su derecho de agredir y defenderse en su frustración. No, México se horrorizó de ver a la Novia de América desencajada, furiosa, fuera de sí. Ésa no es la Lucero buena y sacrificada que, al ver los números del Teletón unas horas antes de que termine, balbucea entre sollozos que "no lo van a lograr". Lucero se despojó por unos minutos de la máscara y se mostró humana... y nadie quería ver eso.

Es por eso que me pregunto si sabía la magnitud del precio que estaba pagando por ser adorada. Al ser un ejemplo a seguir, Lucero perdió su derecho a expresarse libremente, a hacer tonterías sin ninguna razón, a ser egoísta, a estar sola, a hacer el ridículo. En ese punto de catársis en el que arremetió contra los medios, quizá sabía que mucho de lo que había construido se estaba derrumbando con cada palabra, con cada agitar de su puño. Pero espero sinceramente que haya sentido el sabor de la libertad en su lengua mientras decía todo lo que quizá se había guardado por muchos años. En ese punto, cuando La Oreja y Ventaneando sacaban todas su armas para hacerla pedazos, sentí un poco de admiración por ella, aunque sabía que se había tratado de una explosión del momento, no una acción cuidadosamente planeada.

Si probó esta libertad, su sabor no era sustituto a ser querida por millones de extraños. Inició un humillante proceso en el que trató de recojer los pedazos de su carrera, pidiendo disculpas que todos sabían que no eran sinceras. Pero el espectáculo la acogió de vuelta, con una nueva cláusula: iban a estar vigilándola. Su reencuentro con el público estaría condicionado, su participación en el Teletón sería mucho menor, y todas sus oportunidades ya no serían un derecho, sino un favor. Y ella parece aceptar, con la cabeza gacha, arrepentida no de lo que dijo o hizo, sino de haber tenido un momento de debilidad en el que casi lo perdió todo.

Veía entonces Alborada con mi madre, el primer protagónico de Lucero después de ese fiasco. La máscara está de vuelta, pero ahora los pómulos comienzan a pronunciarse, y su voz es mucho más ronca. Le iba a decir a mi madre que "Lucero ya está dando el viejazo", pero no... no era eso. Ahora que la vi bailando feliz, la diferencia es más notable. Hoy se ve cansada, sin brillo. Sigue hermosa, pero la pérdida le pesa: haber tenido que volver a morderse la lengua, ahora definitivamente; haber derrumbado en un par de días lo que le costó toda una vida construir; estar de nuevo en plan estelar, pero ahora con todos observando cada movimiento, esperando que vuelva a caer.

Hoy la vi como nunca la había visto, ni en Chiquilladas, ni en Chispita, ni en el video de "Cuéntame". Una Lucero sana, llena de vida, que no tenía nada que perder y podía darse el gusto de burlarse de sí misma. Esa sonrisa sin culpa que no volveremos a ver. Y en ese par de minutos que parecía tan feliz haciendo el ridículo, la encontré más bella que nunca.

Ésa es la Lucero que quiero recordar.
4 comments


Now playing



Elsewhere










Archives


Contact me