Depp for president
De entre la pestilencia que emana
Once upon a time in Mexico, con su patriotismo grotesco y sus desastres narrativos, pude descubrir una de las imagenes cinematográficas más espectaculares de los últimos años. Un embrollo de intrigas innecesarias, de personajes extras que no aportan nada, de secuencias de acción que confunden la originalidad con payasadas, Danny Trejo actuando soberbiamente en comparación a Salma Hayek. Eso es el
Mariachi III. El duende verde y Mickey Rourke haciendo cuasi-cameos, mexicanos hablando el español más falso del celuloide, un México que no existe más que como tapete de esterotipos de cuento fantástico, y chistes sangrones que caen como patada en los dientes. Una película que se hace mensa con anacronismos y autoindulgencias. El peor
wirework en años.
Y sin embargo, más vale que Robert Rodríguez lo sepa: jamás en su miserable vida de "cineasta" va a lograr de nuevo una escena tan rematadamente majestuosa, como aquella en la que Johnny Deep se bate con dos malhechorcillos, usando un atuendo negro de lo más sexy con pistolas por todos lados y
manando sangre por las cuencas vacías de sus ojos. Lo que más le conviene es dejar dormir de una vez a la llamarada de petate que fue
El Mariachi y empezar a hacer secuela tras secuela de
Sands: Blind Gunslinger. Fucking A, Depp.