Had you been there tonight you might know how it feels
to be struck to the bone in a moment of breathless delight.




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2 kool 4 skool: Final

Tras el desencanto con la carrera de Letras, me encontré a la deriva, sin saber qué hacer a continuación.
No hace falta convertir esto en una saga: me enamoré y dejó de gustarme la carrera. En el segundo semestre una nueva generación entró al matadero y yo, a falta de una generación propia, hice como chicle y me les pegué. En su mayoría eran gente tranquila, unos más vivos que otros, y con un par de rarezas en el grupo, pero afortunadamente con un cociente poseur muy bajo. Ahí conocí a una chava cuyo rumbo estaba casi tan perdido como el mío, y después de asustarla y acosarla mucho, descubrió que teníamos cosas en común y que ya se había acostumbrado a verme todos los días. De ahí ya no paramos, es la única que se rie de mis chistes y le gustan los videojuegos, así que estaría loco para dejarla ir.

Hay quien dice que hay que estar jodido para escribir, y aunque yo no lo creo del todo, he de decir que antes de conocer a Sara tenía una existencia que me daba mucho material para escribir. Historias tristes, torturadas, de soledad, etc. Supongo que la felicidad hace cosas así, lo viene castrando a uno artísticamente. Hoy en día ya no quedan muchos que me consideren un "artista", como en mis años de preparatoria. Todavía tengo un par de cuentos de esa época: sí que tenía un espíritu bastante enfermizo. Pero ya no puedo escribir cosas así; es como si la vocación se hubiera desvanecido. A nadie le interesa leer una historia feliz, de todos modos.

A medida que iba tomando clases me iba dando cuenta de un hecho bastante incómodo: aunque era bastante proficiente en la mayoría de las materias (especialmente en las de Literatura), realmente no sentía que estaba haciendo nada particularmente gratificante. Hubo un par de excepciones, supongo: me esforcé bastante en un seminario donde aplicaba las teorías rabelaiseanas de Mijail Bajtin en Los perros del Paraíso, de Abel Posse, y me gustó bastante el resultado final.

Pero después descubrí qué era lo que los maestros querían de uno, y en la medida de mis posibilidades se los daba. Había veces en que los trabajos demandaban más de lo que estaba dispuesto a hacer por una materia que no me interesaba en lo absoluto: ¿leer la biblia para comprender mejor una obra de teatro de evangelización en Novohispana? Lady, I would do anything for love, but I won't do that! Y así, había demasiadas clases en las que leía, analizaba y llegaba a la conclusión que quería el maestro. "Ok, I GET IT, esta novela refleja esto y esto y esto de la sociedad de esta época. IT'S STILL BORING!! LESS TALK, MORE MONKEY!!!"

Mi reclamo a los maestros de la carrera, tan puro que no requiere explicación.
Quiero creer que a muy temprana edad descubrí y asimilé la belleza y complejidad de la palabra escrita y su alcance para transmitir el sentir particular de una época o de un individuo... y la verdad, a estas alturas ya no me impresiona. Voy a sonar injustificadamente duro con la carrera, porque sí saqué un moderado provecho de los cinco años de estudio, pero: Letras me hizo detestar la Literatura. Ya en los últimos años leí docenas de libros, todos dictados por el deformado juicio de maestros que creían que compartían obras maestras de la literatura, pero que bajo el peso de las fechas límite se transformaban en labores monstruosas y aborrecibles. Las lecturas forzadas me generaron varias nociones extrañas, las cuales no tengo idea si son justificables o no, como la creencia absoluta de que no existe buena literatura escrita por mujeres. Aunque sé que un día las mujeres se van a dejar de idioteces, como pretender que nadie las entiende y la necedad de copiar a García Márquez, la dieta de literatura mexicana femenina que me recetaron en una clase particularmente nefasta me dejó enfermo. De verdad, chicas, ustedes pueden más que eso.

La Sociedad de Alumnos de LLE (SALLE), pese a sus mayores esfuerzos y múltiples actividades, no ha logrado promocionar eficientemente los beneficios de la carrera.
Ya en los últimos semestres me reservaba mi desencanto de la carrera a personas muy cercanas, ya que sabía que personas ajenas seguramente saldrían con una pregunta muy obvia: ¿y si no te gustaba, por qué no te salías? Básicamente, mi respuesta a eso es que la situación que me llevó a iniciar una carrera de Letras no había cambiado mucho desde entonces: todavía no tenía una mejor alternativa a mi situación. Cambiarme de carrera no era una opción, ya que pese a que ya comenzaba a aborrecer los libros, en el Tec no había nada mucho mejor. Salirme por completo de la universidad tampoco era posible: ante todo, pesaba más el pragmatismo de no tirar a la basura tantos años de carrera. Así que al final seguía cumpliendo con todo, sacaba buenas calificaciones, pero la verdad ya no me importaba nada. La escuela dejó de ser relevante para mí, sobre todo porque en otros aspectos de mi vida me estaba yendo soberbiamente. Finalmente la escuela sólo se convirtió en el lugar en que veía a Sara todos los días, por eso realmente no valía mucho la pena quejarse.

Como iba dejando detrás poco a poco a los libros, llegué a necesitar un nuevo pasatiempo. Me fui aficionando más y más al cine, algo que siempre me había gustado, pero que antes, para mí, era mucho menos accesible que la literatura. Todo cambió cuando me conseguí un trabajo y un dvd player, con los cuales me dediqué a consumir cuanta película me pasara enfrente. Recibí mucha ayuda de Arturo, para quien ya eso de descubrir el cine era camino recorrido y me dio muchos pointers. En el programa de la carrera se incluían varias materias relacionadas al cine, y finalmente fueron clases como Guión para medios audiovisuales, Lenguaje cinematográfico y Cine mexicano las que más disfruté de toda la universidad. Tanto así que en un momento desarrollé aspiraciones de cineasta; aspiraciones que he decidido reservar para otro momento, ya que el cine es una labor tan matada que pareciera que te empuja a no meterte con ella.

Tengo unas cuantas palabras positivas sobre mis años en el Tec. Para ello quisiera recordar la siguiente historia: cuando Crilin y Goku entraron a su primer torneo, después de un largo entrenamiento con el maestro Roshi, se dieron cuenta de algo que los sorprendió mucho. Con un mínimo esfuerzo, lograron vencer a todos sus oponentes en las pimeras eliminatorias. Aunque ellos no se sentían particularmente más fuertes, lo eran, y Crilin llegó a la conclusión de que durante su entrenamiento con el maestro Roshi, al estar en un nivel superior y no tener puntos de comparación, no se habían dado cuenta de que se habían hecho más poderosos. Al salir al mundo a enfrentarse con oponentes de menor calibre, su arduo entrenamiento se hizo evidente, aunque ellos no hubiesen notado cambio alguno en sí mismos.

Aunque a veces me da por pensar que no saqué nada del Tec, siempre pongo ese pensamiento en duda cuando me llego a topar con profundas deficiencias en otras personas que supuestamente cuentan con una educación superior. Son cosas que el Tec probablemente a muchos nos mete subconscientemente, a unos se les pegan y a otros no, pero a mi me han seguido desde mis años de prepa. Cosas tan obvias como la estructura IDC de mis escritos, las habilidades para hablar y presentarse en público (habilidades que raramente uso, pero en las cuales siempre trato de usar lo aprendido), organización de ideas, ética de trabajo, y una parcial desenvoltura en cuanto a lo tecnológico se refiere, no las encuentro en otras personas, pero sospecho que yo tampoco las tendría sin tantos años de absorberlas del entorno Tec. Incluso hay clases específicas que me han ayudado hasta el día de hoy, como Comunicación Gráfica y Producción Editorial, donde mucho de lo aprendido se ha traducido en elecciones estéticas del diseño de esta página.

Ahora puedo concentrarme en otros intereses... LIKE MONKEYS!!!
Es obvio que no puedo decir que mis estudios superiores fueron todo lo que yo esperaba, pero tampoco fueron años de tragedia. En general, toda la experiencia fue bastante mediocre, en la que creo que di más de lo que recibí a cambio. Hoy, después de mis primeros seis meses de vacaciones, en libertad tras años continuos de escuela, no puedo dejar de sentirme completamente en mi elemento. En estas vacaciones finalmente he podido reconciliarme con la literatura, aunque ya le aplico la misma regla que al cine o los videojuegos: si a los 20 minutos el libro no mantiene mi atención, va para afuera. Hasta ahora, ha funcionado de maravilla.


No extraño en lo absoluto la escuela, y honestamente no pienso proseguir mis estudios en el área de las letras. He estado interesado, eso sí, en ahondar más en el cine y quizá asistir a una escuela de idiomas. Pero cualquier cosa que decida será algo que realmente me guste.

Uuh, si hubiera una planta de maestro en Historia de los Videojuegos, yo estaría feliz de por vida.

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