Had you been there tonight you might know how it feels
to be struck to the bone in a moment of breathless delight.




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Streets of Rage

The clock is ticking. Creyendo que un representante de Activision me mandaba una amenaza de quitar algo del blog, so pena de demanda, abrí un correo de legal@activison.com. Quzá se saltaron lo de la demanda y fueron directamente a destrozarme la computadora, porque parece que instalé un gusano en mi PC. Oh contrariedad.

Beats of Rage. Un juego casero que se puede conseguir para PC, Dreamcast, Playstation 2 y, como siempre de manera ilegal, para Xbox. Ayer lo instalé en mi Xbox porque soy así de punk rocker y hoy lo jugué, con todo y control de Saturn, para mejor efecto.

Hay algo inherentemente cool en Streets of Rage que siempre mantiene a raya a lo horriblemente repetitivo de su forma de juego, teniendo al jugador quejándose todo el tiempo pero nunca llegando a dejar de jugar. Beats of Rage, sucesor espiritual de la antaña serie de Sega, utiliza a los personajes de King of Fighters y los coloca en un juego tan fiel a Streets of Rage, que a veces raya en sátira postmodernista.

Picandole sin cesar al botón A para quitarme de encima a hordas y hordas de enemigos con nombres como Dr. Cheese, me acordé de la noche en que protagonicé mi propia versión live action de Streets of Rage. Fue allá por inicios de la prepa, cuando según yo iba con Fer a ¡Qué noche! (un programa copia de Desvelados, si pueden creerlo), pero en vez de quedarnos a abuchear a Ricky Toraya nos íbamos a platicar al parque Roma hasta las dos de la mañana.

Por cerca de un año nos la pasamos bastante bien, platicando cosas como "la muerte puede venir por mi, no le tengo miedo" o "con la venida del Nintendo 64, ya va a ser imposible que haya juegos malos". Hasta una noche, en la que acompañé a Fer hasta el canal 12, y cuando nos estábamos despidiendo escuchamos que alguien corría hacia nosotros y las inmortales palabras:

- ¡¿¿QUÉ PEDO, QUÉ PEDO, UN PANCHO O QUÉ??!

Y empezaron a llover los puños. Eran cinco, quizá un poco mayores que nosotros. Hasta el día de hoy no estoy seguro qué era lo que intentaron decirnos antes de empezar la paliza, si deseaban proponer un asalto o qué. Segundos después de que me dieran un manotazo entre los ojos, que me dejó viendo una mancha verde y poco más, entendí que los maleantes estaban ebrios hasta los huesos.

Pero antes de llegar a ese descubrimiento, sólo hubo confusión. Por alguna razón les gusté y cuatro de ellos se fueron sobre mí, y recuerdo especialmente bien cómo uno de ellos se aferró de la manga derecha de mi sudadera, mientras los otros me flanqueaban.

- ¡No te voy a soltar, cabrón...! ¡NO TE VOY A SOLTAR! -me gritaba, eufórico.

Bien curioso cómo es que el tiempo parece alentarse en esas situaciones. Ya rodeado empezaron a golpearme la cara, el torso, y trataron de doblarme las piernas a patadas. Al pasar los primeros segundos de confusión y tras el nanosegundo de comprensión, encogido pero aún no en tierra, pensé con absoluta claridad: "de todas maneras, sin golpes no me voy". Siguió el segundo de resolución y entonces lo hice.

Apreté con fuerza los botones A y B.

Éste es el momento en el que Fer casi siempre toma la palabra, y emocionado cuenta lo que sigue. Es la única manera de que no parezca que estoy presumiendo o exagerando los hechos. Pero lo que sigue es cierto y tengo testigos para probarlo.

Con un "¡¡¡¡GruaaaaaaghhH!!!!" cerré el puño y extendiendo el brazo di ciegamente una vuelta completa sobre mi eje. Lo de la vuelta me sorprendió, porque yo esperaba que inmediatamente la carne de un vicioso me iba a frenar. En lugar de eso, me vi libre, y vi como los cuatro se tambaleaban hacia atrás, con los brazos levantados. Ahí ya me quedó claro lo ebrio perdidos que estaban: uno casi se cae de espaldas y los otros se quedaron congelados ante el inesperado acto de violencia. Ahora el tiempo se había detenido, había quedado yo en medio de mis agresores, respirando violentamente.

Consecuentes pláticas con Fer y reflexiones personales exploraron lo que pudo haber pasado a continuación. La rabia y el coraje no habían tenido oportunidad de presentarse, pero cuando por fin lo hicieron, y nos dimos cuenta varias horas después de lo vulnerables que eran nuestros atacantes, estuvimos de acuerdo que debimos haber hecho lo que Rutger Hauer en un momento de Blade Runner: les hubiéramos sacado los ojos. Como todo el asunto no tomó más de 20 segundos, fuimos descartando métodos de tortura muy elaborados. Me acordé que tenía una pluma en la bolsa del pantalón: en un momento tuve la fantasía de abrirle la boca a uno de esos desgraciados y apuñalarle varias veces el paladar.

Pero en ese momento, no tenía plena consciencia de nuestras posibilidades, así que hice lo más sensato: corrí. Identifiqué la silueta de Fer que ya iba un poco más adelante (no demasiado, sin embargo: luego me explicaría que iba a entrar a echarme la mano hasta que vio como "me los quité a todos y saltaron como pinos de boliche" e intuyó lo que seguía a continuación) y empecé a correr, al momento en que veía de reojo que el que había estado golpeando a Fer me había lanzado algo. Más tarde esa noche me di cuenta que me había dado en la pierna con una piedra. A la noche siguiente, por el moretón y el dolor, me supuse que había sido un pedazo de ladrillo.

Paramos dos cuadras más adelante.

- Wey, tienes toda la cara sangrada -me dijo Fer, alarmado.

Me toqué la cara, y probablemente hice una mueca. Me habían reventado varias espinillas.

Se fue a su casa poco después de asegurarnos que ya no rondaban cerca. El del peligro era yo, que tendría que cruzar por el mismo lugar para regresar a casa. Me llené de piedras las bolsas y me mantuve entre sombras. No me volví a topar con ellos.

Uno de los males de crecer viendo series como Caballero del Zodiaco y similares, es que uno llega a creer que no importa cuántos golpes uno aguante, uno siempre acabará nada más con unas rayitas en la cara y el cuerpo muy sucio, quizá un poco de sangre saliendo de las comisuras de la boca. Después de lavarme la cara y mirarme al espejo, sonreí, pensando que había sido un crimen perfecto. Aparte de los barritos tronados, nadie en la casa se daría cuenta del incidente.

Me despierto para ir a la escuela al día siguiente y lo primero que me preguntan mi papás: "¿¡Qué te pasó!?" Me miré en el espejo y tenía un moretón casi negro justo debajo del ojo izquierdo. Como no tenía ninguna explicación preparada, saqué algo bastante estúpido. "Me pegué con un tubo", les dije. Por el dolor que empezaba a sentir, en el momento me pareció perfectamente creíble.

Mi padre, que siempre ha tenido la manía de hacer chistes en los peores momentos, me dijo muy serio:

- Pues ese tubo tenía muy buen gancho.

Les dije la verdad. Aunque al principio quisieron hablar a la policía o quejarse con alguien, finalmente se dieron cuenta de que no había mucho por hacer. Además, enfaticé sonriendo que me había quitado a cuatro borrachos de un sólo golpe, y aunque no me dijeron "¡ése es mijo!", al menos supieron que no había estado tan desigual la cosa. O algo. De todos modos eso no fue lo más difícil de la mañana.

De nuevo, la tele le hace cosas malas a los niños. Me hizo creer que nadie me pelaría si llevaba lentes oscuros a la prepa y los usara en clases, tal y como había visto que hacían en La venganza de los nerds y otras películas de adolescentes. Craso error. Era el único pelado con lentes oscuros en todo el plantel (y como los de Bono, o sea nada llamativos), y era llamar la atención por eso o por el putazo que escondía debajo de ellos.

Nunca he vuelto a pelear. Me pregunto si ahora reaccionaría más rápido. Como sea, debo de dejar de creerle a la televisión en estos asuntos.

Como dato curioso, los hermanos de Fer quedaron tan impresionados con la historia que meses después llegaron con un cuento similar en el que ellos y un primo se habían defendido de unos fresas malandrines. Resultó al final que todo fue mentira y uno se había caído de las escaleras, por eso los golpes.

En ese tipo de cosas pienso mientras juego Beats of Rage. Así de repetitivo es.

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