Had you been there tonight you might know how it feels
to be struck to the bone in a moment of breathless delight.




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Ping Pong


A veces me da mucho, mucho miedo que existan películas como Ping Pong allá afuera, en el mundo, y yo no sepa de ellas. Películas que la gente ve y les gustan, pero cuyo recuerdo sólo se extiende hasta la siguiente vez que van al cine. Me da miedo que en cierto momento le pregunte a alguien "oye, ¿y qué tal está la de Ping Pong?" y me digan, "Ah está padre, pero algo rara. Creo que está basada en un manga o algo. Bien para pasar el rato". Me da miedo que después de este comentario se me olvide verla por andar buscando algo de nombres más grandes, como Kitano o Sabu. Porque entonces no se hubiera dado la casualidad cósmica de que esa cinta y yo nos encontráramos, y su mensaje se hubiera perdido, al no encontrar el receptor justo que estaba buscando.

J. K. Rowling dijo alguna vez, en una entrevista, que en una firma de autógrafos observó como una niña se encontraba sorprendida y algo ofendida por la cantidad de gente que se había presentado al evento. Cuando le tocó el turno a la niña para que le firmaran su copia de Harry Potter and the Philosopher's Stone, fue muy directa con la autora: "Esta gente no debería estar aquí. Este es mi libro." Ahora sé lo que eso significa. Si alguien me pregunta mi opinión sobre la película, diré sin mayores arreglos que es una bella película sobre la amistad, alrededor de una trama de caída y redención, y con unas escenas de ping pong bastante imaginativas. Creo que eso es suficiente para que alguien decida si le llama la atención o no. No me queda duda en el corazón que no es una película para todos, y bien puede haber muchos que después de verla se pregunten qué demonios fue todo eso. Y está bien. Estoy en paz. Hasta hace poco tenía miedo de mostrársela a otras personas. Resultó tan preciada para mi, que sentí que me iba a doler ver cómo se encogían de hombros y me decían "está chida", para después olvidarla a la media hora.


Pero una tarde la vi con Sara, y me di cuenta de que estaba bien si no tenía la misma resonancia en otras personas como la tuvo conmigo. A Sara le gustó, aunque no tanto como a mí; la comentamos un buen rato, y le expliqué parte de lo que me había conmovido tanto de la cinta. Sara entendió, pero tampoco se trataba de convencerla de nada.

A final de cuentas, siempre se va a tratar de mi película.

Y no es siquiera parte de lo que yo llamaría mi top 5 de todos los tiempos. O al menos no he revisado la lista para incluirla; pero no se trata de eso. Se trata de que mientras la estaba vieno, la película me estaba diciendo algo, y yo lo estaba entendiendo todo, enterito. Cosas de las que muchos ni por asomo se percatan, o al menos eso me indican tantas reseñas en las que no encuentro ningún indicio de que sus autores hayan absorbido todo lo que Ping Pong puede ofrecer. Si acaso, puedo hacer una lejana comparación con Rushmore, de Wes Anderson, en el sentido de que hay demasiadas cosas sucediendo con demasiada sutileza, y que es difícil para algunas personas percatarse de ellas. Pero mientras que Rushmore tenía fuertes dosis de amargura (y algo de agresividad) como aderezos a su comedia, Ping Pong es todo ingenuidad y buenos sentimientos. Hay conflictos muy duros, alrededor del talento y la caída de las figuras que admiramos; pero estoy convencido de que más de uno se irá con la finta y sólo considerará a la película como una inocente cinta de matiné sin mayor relevancia.


La historia se centra en Peco y Smile, mejores amigos desde pequeños, con personalidades que no pueden ser más distintas, pero con un elemento en común: el tenis de mesa. Peco (Yosuke Kubozuka) es un chico arrogante que prefiere retar por dinero que entrenar con el equipo de la escuela, aunque sueña con jugar profesionalmente en Alemania o Estados Unidos. Smile (Arata) es llamado así porque nunca sonríe. Siempre ha seguido a Peco con callada devoción, y aunque es un jugador extremadamente talentoso, siempre se deja ganar por su mejor amigo. La indisciplina y arrogancia de Peco se vuelven contra él en un desastroso torneo donde intervienen Wong (Sam Lee en su mejor papel hasta la fecha), un jugador chino que no logró entrar al equipo nacional y fue contratado por una escuela japonesa; Demon (Koji Okura), un antiguo amigo de Peco y Smile que ha sacrificado mucho por su juego pero que no tiene ningún talento; y Dragon (Shido Nakamura), un intimidante dos veces campeón que juega con furia y sangre. Tras la estrepitosa caída de Peco, él y Smile toman rumbos distintos, y aunque Smile tiene sus propios asuntos que resolver, es finalmente Peco quien debe responder a la apremiante pregunta: can you fly?

Dirigida por el primerizo Famihiko Masuri, quien anteriormente había trabajado principalmente en efectos de computadora, Ping Pong cuenta con la mezcla exacta de energía e ingenuidad que requiere la versión cinematográfica de un manga tan apreciado por su acción vibrante y la calidez y humor de sus personajes. Pero más que nada, merece respeto por inyectar cada diálogo y cada gesto con una importancia y atención al detalle impresionantes. Ésta es una de esas películas en las que cada parlamento es vital y no hay un segundo desperdiciado de los 114 minutos que dura la cinta. Es maravilloso que el mensaje de la cinta nunca es mencionado abiertamente en todo lo que dura la película (mi principal queja contra Battle Royale II), y que sólo reuniendo el significado de los encuentros, las escenas de entrenamientos, e incluso los efectos especiales, es que uno puede apreciar la relación entre Peco, Smile y el ping pong.


Yosuke Kubozuka logra un excelente papel con su extrovertido Peco, un personaje que inicia desconociendo sus debilidades y que finalmente se da cuenta de que hay más en juego en todo el asunto que sólo una cuestión de ganar o perder. Arata tiene casi tanta presencia como Kubozuka en la cinta, pero el irresistible Peco opaca al estóico Smile, como debe ser. Smile, sin embargo, detrás de sus gafas y su tarareo casi inaudible guarda muchas de las respuestas de toda la historia, y es una delicia percibir en Arata esos pequeños gestos e inflexiones de voz que dicen más que diez minutos de explicaciones. Los otros tres juagdores (Dragon, Demon y "China" Wong) son figuras bastante trágicas, que pagan su superioridad en el juego en otros aspectos de sí mismos. Nunca me cansaré de mencionar cómo es que Sam Lee se roba todas las escenas en las que aparece; ha llegado muy lejos aquél slacker de Bio-Zombie, y sólo puedo esperar que le den más roles sustanciosos cómo éste en el futuro. De los otros dos es mejor decir poco, por sus importantes partes en la historia, pero sí puedo decir que son personajes memorables y profundamente humanos.

Los encuentros de ping pong de la cinta tienen algo... especial. Normalmente un deporte relámpago que no da para mucho efecto dramático, en Ping Pong se logra un fuerte sentido de tensión y emoción, gracias a un genial soundtrack techno y varios efectos por computadora, además de un astuto uso de la cámara lenta. Los primeros juegos son bastante cortos y poco especiales, y sólo sirven para avanzar la historia. Pero una vez que las apuestas suben, cada match es un enfrentamiento de estilos, de personalidades, en las que un simple giro de la muñeca en el segundo preciso, conlleva una connotación demoledora. Tanta dedicación al detalle de un juego en el que se pierde y gana en un parpadeo aumentó mi aprecicación por lo que hasta hace poco me parecía un ejercicio bastante elemental.


Más que nada, lo que me gustó de Ping Pong fue su alma. Es una película sobre la amistad, sí, pero distinta a todas las que había visto sobre el tema. Hay tantas películas donde los personajes juran que jamás se abandonarán , y siempre estarán ahí cuando se les necesite, o cosas por el estilo, pero simplemente no veo por qué esas dos personas son amigos. Me conmueve la cualidad de Ping Pong de concebir la amistad fuera de un ambiente de emergencia o peligrosidad, y que explora sus raíces hasta vislumbrar que un amigo tiene un valor para tí, ya sea admirarlo o ser admirado, ser su héroe o su protegido, y que por eso lo quieres a tu lado. Que lo diga con tanta fuerza sin palabras, sino con una mesa, una paleta y una bola de plástico, es milagroso. Yo, que casi no tengo amigos porque siempre he tenido en carne viva el verdadero valor de la amistad, lo entendí, y me llegó muy dentro.

Hubo, hace mucho, una película que afectó mucho mi forma de ver el mundo. Me cambió, a mí, como persona. Es un filme bastante famoso, algún día hablaré sobre él. Ping Pong no me cambió, pero sí extendió la mano, apuntó su dedo y me señaló. A mí. Su mensaje hizo contacto con nociones que tenía guardadas sobre un tema del que nadie quiere, o se le ocurre, hablar. Nociones que si se ponen en palabras muy probablemente salgan cursis o con un estilo Hallmark de "Un amigo es..." Y no, ni se dicen, ni se piensan, sino se sienten. Creer en héroes, poder volar; la película tiene suficiente lirismo como para mostrar como a un niño se le deshacen sus alas de mariposa, y con ello describir exactamente el sentimiento de haber hecho algo que destruye una parte de tu ser. El último encuentro del torneo dice en imágenes tantas verdades tan bellas, que incluso después de haberla visto cinco veces todavía...


Bueno. Tengo la seguridad de que no estoy incurriendo en hacer parecer a la película más de lo que realmente es. Por primera vez no trato de convencer a nadie de que una película es buena: simplemente describo lo que representa para mí. Esta reseña no ayuda a nadie, porque no creo que alguien se vaya a identificar con ella. Los afortunados que hayan visto la película, igual y ya se les habrá olvidado. Los que la vayan a ver, quizá se pregunten cuál es el alboroto. Y lo entenderé. Esta es mi película. La que me hace creer que sí existe la magia del cine.

Espero que algún día encuentren la suya.


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