USA Bound: A New Hope
No contaba con el calor, el día que por fin fuimos a McAllen. De hecho, la mañana comenzó con amenaza de lluvia, lo que me puso un poco íncomodo. Pero para cuando llegamos a la frontera, en el Chevy nos estábamos asando en nuestro propio jugo.
Antes, hicimos una parada en Villa de Juárez a comprar tamales, para comerlos durante el viaje.
Tamales on the road, la idea sonaba muy bien, de no ser porque mi estómago y el movimiento constante no se llevan. La sensatez pudo más y sólo comí tres. Estaban ricos.
La cosa fue que, entre el trabajo y la hora de partir, sólo pudimos dormir un par de horas. Tendríamos que pasar las siguientes 22 horas despiertos, por lo que invité a Sara a que se acostara y pusiera su cabeza en mis piernas. Eso sonó a
Reanimator. Pero el movimiento, el calor y todo eso, no permitía mucho sueño.
En la frontera, ni me pidieron la visa.
Ya en Estados Unidos, me sorprendió lo mucho que se parecía a General Terán, o cualquier otro rancho de Nuevo León. Sólo que me estaba entrando un mudo pánico al ver cada vez más y más anuncios y pancartas en inglés.
Ayer tuve una fiebre muy alta, hoy sólo me duele la garganta.