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I, robot

He aquí un dato que pocos parecen saber sobre el libro Yo, robot. Cuando llegó el momento de realizar su primera recopilación de cuentos sobre robots, Isaac Asimov tituló a esta colección Mind and Iron. A sus editores no les gustó el título, y lo cambiaron por I, robot. Asimov siempre detestó el título, pero no sólo porque tenía poco que ver con el contenido de sus cuentos (a final de cuentas, la mayoría de los cuentos de Asimov trataban sobre las paradojas racionales y emocionales de los humanos, refléjandolas en el comportamiento de los robots). No, su resistencia a adoptar este título se debía a que conocía muy bien el verdadero origen de éste.

I, Robot es el título de un cuento publicado en 1939 por Eando Binder (seudónimo de los hermanos Earl and Otto Binder). Se trata de una historia sencilla sobre un robot, llamado Adam Link, que desde su creación vive recluido junto a su amo leyendo libros en una enorme biblioteca, salvo uno, que le estaba prohibido. Al morir su creador, el robot se aventura al exterior, y, a pesar de sus mejores intenciones, sólo encuentra miedo y odio, y termina refugiándose de nuevo en la biblioteca. El cuento es un "texto encontrado", contado en primera persona (por eso lo de "Yo, robot"). Termina confesando que ha decidido desactivarse al comprenderse incapaz de ser aceptado, después de haber leído finalmente el libro que su amo siempre le prohibió: Frankenstein, de Mary Shelley.

Claro que hoy suena algo ingenuo, pero vaya, estamos hablando de 1939, y en ese entonces sí causó gran impacto... aunque por alguna razón, el cuento original y sus autores han sido casi completamente olvidados. Pero su título corto y enigmático aparentemente les pareció ideal a los editores de Asimov, y el libro tomó ese nombre, a pesar de las quejas del autor, quien ante todo respetaba el trabajo de los hermanos Binder.

Yo nunca leí ese libro en específico, porque todos los cuentos que reúne ya los había leído por otros lados, sobre todo en esa gigantesca recopilación que Martínez Roca editó, Los Robots. De hecho, Asimov fue por mucho tiempo mi autor favorito de ciencia ficción, al menos hasta que me alineé más por la ciencia ficción suave de Harlan Ellison y Frederic Brown. Pero sin importar que tan dura fuera la ciencia ficción de Asimov, siempre estaba una humanidad que la hacía más accesible que las obras de Arthur C. Clark, por ejemplo. Me agradaba también que el señor tuviera una vanidad tan grande como su talento. Él inventó el término "robótica", y no perdía oportunidad de recordárselo al que se dejara. Las tres Leyes de la Robótica siempre me parecieron algo fascinante: limpias, simples e infalibles.

Por eso, cuando vi el trailer de I, robot, me pareció la abominación más grande que hubiera presenciado jamás. En cuanto vi a los robots brincando por todos lados y haciendo destrozos, me di de topes contra la pared, con ganas de gritar "¡¡eso jamás, jamás podría suceder!!".

Pero la película es buena. Muy buena, de hecho. Y la sorpresiva violencia de los robots realmente no contradice las Leyes de la Robótica, a final de cuentas. AQUÍ SPOILERS. Lo que hicieron en la película fue juntar dos corrientes muy distintas de la ciencia ficción: la sobria de los robots positrónicos de Asimov, y la más agresiva y metáfisica del cyberpunk, que presenta el concepto del "fantasma en la máquina". Seguro han visto por ahí historias que tratan sobre el punto en el que las máquinas adquieren conciencia propia, desde Ghost in the Shell hasta The Matrix. Asimov siempre mantuvo estas dos corrientes separadas (o al menos siempre supeditó la autoconsciencia de los robots a las Tres Leyes), por lo que la idea de una revolución de robots conscientes, aunque válida, se antoja más de cuando el proyecto no tenía nada que ver con las obras de Asimov, (esos elementos fueron añadidos después, cuando se vio que todo encajaba razonablemente bien). De haber sido algo hecho en base a las obras de Isaac Asimov desde un principio, las Leyes jamás, jamás podrían ser ignoradas.END SPOILERS.

Alex Proyas se mantiene como un de mis directores favoritos. Dark City es un clásico, y en I, robot continúa manejando el mismo delicado balance que es difícil encontrar en este género. En ambas películas abundan momentos que en manos de cualquier director menor hubieran resultado exagerados y chabacanos. Así como está, I robot es todo lo que Minority Report soñó ser, y plantea su tesis de una manera menos obtusa que Artificial Inteligence.

A pesar de una abundancia (imagino que necesaria) de pantalla azul, y un deliberado look monocromático que no me enloqueció, el manejo de cámara fue lo que más me entusiasmó. No faltará el que diga que llega a marear, pero yo siempre estaré echándole porras al valiente que se anime a mover la cámara arriba, abajo y de cabeza, cuando el momento lo requiera. Y vaya que lo amerita en sus partes finales, donde la trama y acción alcanzan su punto más alto. Tiene una narrativa tan fuerte y consistente, que se toma su tiempo y se acelera cuando debe, que el clímax es eso: un verdadero clímax.

Will Smith no estorba, y a lo mejor su simpatía finalmente funciona mejor que la de alguna otra estrella de acción. La chica es una interrogante, y más si tenemos en cuenta que está interpretando a Susan Calvin. Susan-freaking-Calvin. ¡Ese codazo hasta me dolió, Proyas!

Entre menos se diga, mejor. La película es buena, mejor de lo que me hubiera esperado. Cuando suceda, ver a Will Smith entre mis otros dvds va a ser raro, pero vaya, es una realidad que he aprendido a aceptar.

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