The town of crazies
Estaba escuchando la Entrega de los Grammys, mientras trabajaba. A veces volteaba a ver la tele, y luego meneaba la cabeza pensando que toda esa música no debería estar junta en una entrega de premios. Como que algo se pierde. Después de un rato me concentré en el trabajo y ya no puse atención, hasta que escuché que una viejita hacía pasar vergüenzas a Jack White, y que nos debíamos preparar para una versión all-star de "A Krusty Universe". The hell?
Comencé a jugar
Resident Evil 4, aprovechando un momento en el que me trabé horriblemente en el
Metal Gear de MSX. No es lo que esperaba, hasta el momento. Sospecho que el juego sube la tensión a medida que progresa, así que por el momento no hago juicios apresurados. Pero no celebro el cambio de perspectiva. El juego está por default en pantalla ancha, pero más por necesidad que por satisfacer a los videófilos (ni siquiera es imagen anamórfica). Leon Kennedy tapa gran parte de la pantalla, así que el espacio extra a los lados sirve para aliviar la visión periférica. Es muy extraño jugar así, sin saber que hay detrás de uno.
Como ya se veía venir por el gradual deterioro de la serie, el énfasis de
Resident Evil está ahora en el combate y no en la exploración, reemplazando el horror por la tensión de abrumadores encuentros con docenas de campesinos muy listos y muy aguantadores. De hecho, toda la premisa me recuerda a cierto momento de
Gymkata. Sí, es una película ridícula, pero la parte en la que los competidores cruzan por el pueblo y son atacados por campesinos lunáticos me llenaba de terror a los ocho años. Al jugar
Resident Evil 4, el
déjà vu fue tremendo.
No me provoca demasiado comprarlo, quizá porque todavía estoy en el
mood de
Metal Gear. A propósito, terminé
Snake Eater. Me recordó algo muy cierto que escribió Stephen King alguna vez. Más detalles, pronto.