Had you been there tonight you might know how it feels
to be struck to the bone in a moment of breathless delight.




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Hace poco estaba pensando en Halo 2... tristeando, más bien. Pensaba que sólo lo jugué una vez y media y nunca lo volví a tocar. No puedo encontrar algo terriblemente malo en el juego... creo que al final simplemente resultó ser más de lo mismo. Halo presentó la experiencia por primera vez, y por ello fue algo trascendental. Halo 2 me parece un poco como un muy pulido "Niño Yo no fui".

En fin, de aquí mi cabeza saltó a la Revista Oficial del Xbox (OXM). Alguna vez dije que la revista era una mugre que merecía irse directo al bote de basura, salvando primero el disco demo, claro. Pero ahora que la recibo cada mes, es desesperante ver lo insufriblemente odiosas que pueden ser 30 páginas (más otras 30 de anuncios). La publicación tiene una malsana obsesión con Xbox Live y Halo 2, al grado de que en las reseñas le bajan puntos a los juegos si no están hechos para jugarse en línea, y comparan cosas como Tork o Dance Dance Revolution con el juego de Bungie. Algo así, estúpidamente cerrados. Al final puedo entenderlo, si bien no es excusa ni justificación: es una revista oficial, lo cual la convierte en un órgano de propaganda de Microsoft. Y la realidad es que las revistas de videojuegos por el momento no aspiran a ser más que guías de compras. Pero si bien, no sé, Electronic Gaming Monthly es el equivalente a Car Aficionado, OXM es la revista de Sanborns.

Ya a estas alturas no llega más allá a que yo diga fuchi y no pele la revista, y ya. Pero la existencia de cosas así me incomoda. No es la primera vez que me topo con una publicación así, y los efectos de mi experiencia previa fueron mucho más fuertes y más difíciles de sacudir que lo que hubiera deseado. Me refiero a Club Nintendo, la revista oficial de Nintendo en México.

Nintendo, a través de las empresas distribuidoras C. Itoh y, posteriormente, Gamela, dominó el mercado de los videojuegos en México con puño de hierro por muchos, muchos años; al menos hasta que las consolas más fácilmente pirateables se antojaron más atractivas al hambreado mercado mexicano. Los vehículos de propaganda más notables fueron los programas de televisión Intercontrol y Nintendomania, y la revista Club Nintendo. Gracias a estos órganos de difusión, entre otras estrategias de mercadeo, Nintendo mantuvo a raya a Sega del público mexicano, a pesar de que el Master System era tecnológicamente superior al NES, y que el Genesis tenía ciertas fortalezas de las que el SNES carecía.

En fin, ésa era la realidad en el México de finales de los ochenta. Una vez, en Soriana, me encontré una Club Nintendo en la sección de libros. Tenía una portada de los Tiny Toons. La leí y me gustó, y la semana siguiente compré ese número y el anterior. Por aquellas épocas yo todavía no tenía Nintendo, y me conformaba con leer sobre la consola y el Gameboy. Seguí comprando la revista... como por cinco años, creo. Al menos hasta que supe que no iba a comprar un Nintendo 64, feliz como estaba con mi nuevo Playstation.

Aunque durante esos cinco años comprar Club Nintendo se convirtió en un ritual para mi, y un momento del mes que siempre esperaba con ansia, al pasar el tiempo llegué a detestar profundamente a la revista. Cuando comencé a coleccionar Super Play, Next Generation y PlayStation Magazine, los vicios de Club Nintendo, que siempre habían existido, se me hicieron evidentes. Alguien alguna vez les preguntó, en su sección de cartas, que por qué todas sus reseñas eran positivas. Ellos respondieron que lo que hacían era no hablar sobre los juegos malos. Recuerdo vívidamente esas líneas: "De hecho, nunca nos verás comentando juegos como Dragon Warrior".

Sheeesh. Nunca supe si tenían conciencia de que en ese tiempo la suya era la única revista en México (quizá en Latinoamérica) a la que los jugadores podían acudir, pero eran terriblemente irresponsables con sus contenidos. Hacían su trabajo como promotores de Nintendo, pero nos hacían (y creo que todavía hacen) creer a sus lectores que no existían verdaderas opciones fuera de Nintendo. Yo de verdad creía que nada podría competir con el Nintendo 64 cuando por fin saliera... hasta que alguien me mostró Wipeout XL y Resident Evil en el Playstation. Enterarme que Final Fantasy VII iba a salir en la consola de Sony fue lo que acabó por romper ese tremendo lazo con Nintendo que Club Nintendo había hilado. Hasta entonces, ni pensar en cuestionar las decisiones de Hiroshi Yamauchi, el fundador de Nintendo, quien marcó la pauta retrógrada que vino a arruinar al Nintendo 64 y al Gamecube. Nintendo hacía sus juegos con magia y encanto, mientras que Sega era una compañía calculadora que sólo pensaba en el dinero. Cosas así, basuras tendenciosas del peor nivel.

Fue un paso a la madurez, supongo, al descubrir todo ese mundo más allá del que me mostró siempre la revista, el comenzar a cuestionar lo que hasta ese entonces me había parecido una impecable historia de éxito. Los juegos nunca han sido malos, no, pero Nintendo como compañía es una bestia feudal que no logra adaptarse a un público mayor, más sofisticado. Club Nintendo, como la voz oficial, gritó siempre "¡Lo nuestro es la diversión!", pero este lema era fácilmente eclipsado en una emocionante época de evolución y crecimiento. Sony ha hecho cantidad de cosas malas por cada acierto, pero la llegada del Playstation sirvió para demostrar lo estancada que la industria de los videojuegos estaba en ese punto. Club Nintendo nos decía que todo estaba perfecto, cuando en realidad estábamos llegando a un callejón sin salida creativo. Y le creíamos, completamente. Me da escalofríos pensar que hoy en día hay niños por ahí pensando que el Gamcube no tuvo éxito porque hubo mano negra en la guerra de consolas, o que de entrada le están dando carpetazo al PSP.

De un tiempo para acá, Club Nintendo comenzó a colocar páginas íntegras de Nintendo Power, su hermana estadounidense, en lugar de previos internos. Ya no les importa siquiera disfrazar que se trata de un catálogo de ventas. Claro, aquí y allá ponen reseñas negativas, pero estoy seguro que nadie en la revista va a ser el valiente que le ponga una calificación negativa a un juego de Nintendo.

Solía adorar esa revista, pero llegó un momento en el que tuve que cuestionar lo sagrado, de criticar lo incuestionable. Nintendo en estos momentos está sufriendo por su actitud autocongratulatoria, por creerse invencible. Ahora es la compañía la que debe quitarse la venda de los ojos y dejar de tragarse a ciegas su propia fama.

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