A lesson is learned...
Me gustó
esto. Tiene la misma cualidad del trabajo de Christopher Ford: si tratas de explicarlo con palabras, se pierde su esencia.
Hoy estaba limpiando un espejo y pensé en la última persona de la que me enteré que descubrió el cine coreano. Le dije en broma a alguien que el cine de Asia ya estaba
out. No es cierto, claro, sólo estaba justificando que ya
estoy fuera de esa movida por cuestiones económicas. Pero me acordé que los paquetes de dvds que ordenaba cada dos meses se componían de casi siempre lo mismo, una docena de cintas de Hong Kong de los ochenta, una o dos películas japonesas, y dos o tres coreanas. Según estaba empezando una Nueva Ola asiática, pero yo consumía en su mayor parte la producción dorada de Sammo Hung, Tsui Hark y Ching Siu-Tung. En comparación, casi siempre me daba flojera ver las películas japonesas. Las coreanas eran otro asunto, pero las japonesas se me hacían lentas y pesadas, incluso las que me gustaban. Estoy hablando de
Versus, de Miike, de
Returner... buen cine, pero después de la adrenalina de
Project A 2, por ejemplo, es difícil tenerle paciencia al ritmo más mesurado del cine japonés.
En eso me acordé de una película, e iba a hablar sobre ella en este post, cuando me di cuenta de que en realidad me gusta tanto que prefiero comentarla en 50/50. No sé, últimamente no encuentro la energía necesaria para hablar de cine aquí, por alguna razón...