Had you been there tonight you might know how it feels
to be struck to the bone in a moment of breathless delight.




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Freud and the Chocolate Factory


Charlie and the Chocolate Factory comienza a decaer, para mí, en el momento en que los niños y sus padres entran a la fábrica. No tenía una explicación razonable para esto, pero sí estaba seguro de que mi interés por la cinta se fue desvaneciendo más y más, al menos en comparación con el arrebatamiento que me provocó el inicio. Mencioné que a partir de ese punto, la cinta se torna en un recorrido de sets y efectos especiales, sin mucha sustancia narrativa. Ahora que lo he analizado con un poco más de tiempo (dos días en cama por una fiebre inexplicable) me doy cuenta de que los eventos que se van sucediendo posteriormente no son el problema en sí, si bien son sintomáticos de una falla mucho más grande.

No, el mayor problema de Charlie and the Chocolate Factory es el personaje de Willy Wonka, interpretado por Johnny Depp.


Recuerdo que en el par de entrevistas de promoción que llegué a ver, Tim Burton y Johnny Depp hablaban del énfasis que decidieron imprimir en nuevos elementos que distanciarían a la cinta de la versión anterior. Johnny Depp explicaba a su Willy Wonka como un hombre cuyo aislamiento lo ha trastornado mentalmente. Tim Burton quería dejar muy en claro que en esta ocasión la historia no trataba sobre Willy Wonka en sí, sino que el personaje central era el pequeño Charlie. Al mismo tiempo, recalcaba el hecho de que deseaba mantener la niñez de Willy Wonka en la historia, pues era un elemento integral para poder explicar mejor su personalidad. El resultado final fue que Charlie and the Chocolate Factory no trata sobre Charlie, la fábrica de chocolates, o Willy Wonka, sino sobre Michael Jackson.

Evitemos los lugares comunes, y veamos más allá de la tez pastosa, el cabello negro y lacio, y la ropa estrafalaria. La película, a como la ha "reimaginado" Tim Burton, trata sobre un hombre talentoso pero con pobres aptitudes sociales, que vive recluido en una fortaleza de maravillas que compensan lo que no pudo tener en su propia niñez. Las constantes regresiones de Wonka revelan un trauma que lo alejó de su padre, creandole un atolondramiento emocional que lo llevó a buscar refugio entre sus creaciones de carnaval.

Tim Burton carga una foto de Michael Jackson a cada entrevista que ofrece. "Díganme ustedes si de verdad se parece", es lo primero que dice, irritado.

Bueno, no debería estar tan irritado si él atoró psicoanálisis a una historia que no lo necesita. Porque verán, la curiosidad me ganó y quise ver si el elemento de la familia del que me quejé en el post anterior realmente es relevante, así que lei el libro al día siguiente. Y, sorpresa, nada de esto viene en el libro. No papá Wonka, no niñez Wonka, no triste Noche de Brujas... un rápido vistazo al Internet Movie Database revela que todo esto está basado, de hecho, en la niñez del propio Burton.

No es una cuestión de "oh no, difiere del libro, quémenlo". Es sólo que... el personaje de Willy Wonka en la película es uno tan desagradable, tan triste, que no me sentía cómodo acompañándolo en el recorrido de su guarida de miseria. Existe un tinte de frialdad intencional que cubre a toda la fábrica, como si deseara enfatizar el hecho que se trata de un monumento al escapismo. Una torre construida sobre el rechazo de su padre. Al final, desde luego que Charlie no acepta la fábrica: él tiene en su familia a "the real deal", no un colorido substituto. Uno hasta podría pensar que en sus propios términos, la cinta tiene éxito en su mensaje de "la familia es el mejor tesoro".

Pero cuando el grueso de la película trata sobre un hombre con problemas emocionales invitando a su fábrica a 5 niños, cuando a todas luces es obvio que preferiría no tener que lidiar con ellos, resulta un viaje muy agrio para llegar a su mensaje final, por muy noble que sea. La idea de explicar la personalidad de Wonka no hizo sino destruir sus rasgos más interesantes: el Wonka de Roald Dahl es un hombre excéntrico, magico, misterioso, pero de ninguna manera traumatizado o desconectado de la realidad. Es un ser mítico, genial, no un pobre loco de sonrisa forzada que tiene que sacar apuntes para comunicarse con la gente.

Ya alguna vez intentaron explicar las razones del comportamiento de un villano en un cuento de hadas, con la película de The Grinch. Aunque los fans del libro adoraron el filme, algo dentro de ellos murió cuando vieron que, aparentemente, la maldad del Grinch tenía su raíz en un evento que lo marcó en la infancia. ¿Le hacía algún favor al personaje esta nueva luz? ¿Era necesario simpatizar con él, cuando obviamente se trataba de un monstruo?

Hay algo aberrante en aplicar psicoanálisis a personajes ficticios que originalmente se crearon simplemente para que los niños los temieran o aborrecieran. Existía una lucha básica y bien definida entre el bien y el mal... hasta que llegó Freud. Probablemente incluso el doctor estaría de acuerdo en que sus descubrimientos nunca debieron ser usados para explicar motivos ocultos donde jamás los hubo.

Charlie and the Chocolate Factory utiliza, entonces, los mismos eventos del libro, pero cambia al personaje de Willy Wonka para poder dar un mensaje distinto al original, que no iba más allá de "niños, sean buenos". La cosa es, estoy seguro que los eventos del libro, su estructura, sus personajes, están hechos específicamente para lograr comunicar un mensaje específico de manera exitosa. En la película, en comparación con los flashbacks a la niñez atormentada de Wonka, la retribución de cada niño por sus maldades pasa a segundo plano, cuando en realidad debería ser el punto de todo el asunto. Las canciones de los Oompa Loompas están ahí, claro, pero varios elementos claves se quedaron fuera, como el hecho de que las canciones denotaban su naturaleza traviesa y burlona, pues en ellas el destino de los niños era tan desagradable que quedaba la duda si de verdad estarían hablando en serio.

Hay una parte maravillosa en el libro, cuando cantan la canción de Mike Teavee, que no me sorprende que hayan quitado, dado los intereses de la película. La canción es quizá la más larga de todas, y una vez más condena un exceso que los niños deberían evitar; en este caso, la televisión. Los Oompa Loompas son particularmente rabiosos contra la TV, y recomiendan a los padres que jamás metan uno de esos aparatos a sus casas. La canción prosigue entonces a recordarles en qué se ocupaban los niños antes de que llegara la televisión: ¡a leer! Comienza entonces a ennumerar personajes de cuentos para niños que estaban quedando en el olvido gracias a ese invento que aturdía la imaginación.

Cuando uno está tratando de convencer a los niños de que no deben mascar chicle, ser chiflados, glotones o picarse con la TV, asustándolos con la idea de que pueden quemarse entre basura, ser exprimidos, estirados o adelgazados a golpes (really), y sorprendiéndolos con una fábrica de chocolates si se portan bien... ¿acaso importa que a Willy Wonka, quien en términos prácticos es DIOS, no lo hayan dejado comer dulces en Halloween?

Y volvemos a lo mismo: Charlie and the Chocolate Factory no es terrible, no la odio, pero me pone a pensar en una corriente muy sutil, pero muy nociva, que se ha ido introduciendo en el cine de fantasía desde finales de los noventa. La misma corriente que me hace pensar que todo el concepto detrás de Batman Begins es horrible. Una corriente cobarde, cínica y destructiva, de la que algún día hablaré a fondo en 50/50, comentando sobre una película a la que le salió todo bien, para variar.


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