Mi vecino Totoro
Si tuviera que utilizar una sola palabra para describir a
Mi vecino Totoro, sería
delicadeza.
Se la puse a Sara este fin de semana y los dos estuvimos de acuerdo en que es particularmente pasiva, incluso para los estándares de Hayao Miyazaki. Yo no la había visto en años, cuando la grabé en el HBO y la vi con mi familia una docena de veces antes de grabarle encima
Chucky 3.
En general las películas de Miyazaki tienen una narrativa poco ortodoxa, sin un conflicto o resoluciones bien definidos, pero aún así funcionan. La idea de hacer una película estilo viñeta, de poner a rodar la cámara por noventa minutos y capturar lo que suceda en el mundo en ese lapso, no es una atractiva, y cuando hablamos de animación es de plano criminal. Pero el giro aquí es que el mundo que muestra Miyazaki es asombroso, imaginativo, no tiene igual. Y así, la historia de dos niñas que se mudan a una nueva casa y que tienen a su madre en el hospital, donde lo más que pasa es que una de las niñas se pierde en el pueblo, se torna cautivadora cuando se agrega el detalle de que las niñas se hacen amigas del dios del bosque.
En cualquier otra película me ganaría la impaciencia y comenzaría a desear que algo pasara. No así con las de Miyazaki.
El viaje de Chihiro, en particular, depende mucho del deseo de la audiencia por querer empaparse de toda su mitología, de seguir apreciando el desfile de deidades y demonios, si bien en términos de trama no dice gran cosa.
Princesa Mononoke es mi favorita porque en ella le presta tanta atención a la historia como al folclore.
Mi vecino Totoro fue originalmente exhibida en 1988 junto a
La tumba de las luciérnagas, y creo que se complementan bien.
La tumba... es realista con una historia sólida, mientras que
Totoro es fantástica y con un ritmo y estructuras más vagas y fluídas. Las dos se enfocan en la niñez de tal manera que ver una afecta la percepción de la otra: es desgarrador ver a Seita y Setsuko morirse de hambre después de ver la clase de vida que merce todo niño en
Totoro, una lleno de magia y asombro.