Danza macabra
Ayer alguien me quiso sacar plática sobre
Bailando por un sueño, que por el simple hecho de ser un
reality show mexicano es absurdo y naco casi por default. A diferencia de
Big Brother, que seguía con verdadero interés al principio (y en cuyo concepto fundamental sigo creyendo, aunque en México la mercadotecnia lo destruyó por completo), o
La Academia y similares, que acaso vale la pena ver por puro morbo y porque "son tan malos que resultan buenos",
Bailando por un sueño me da una flojera infinita. Sólo una vez me tocó verlo, en casa de mis papás, donde lo estaba viendo mi hermana menor y su novio. Yo no le estaba poniendo mucha atención, por estar platicando y jugando con la Canela, y acaso vi dos bailes y sus calificaciones.
Con eso me bastó para que cualquier interés que haya tenido en el programa se apagara al instante. Se me hizo la cosa más insípida del mundo. Viendo girar a Ana Layveska (linda, sin duda) o a Carlos Bonavides resbalándose con su propio sudor en la pista de baile, me di cuenta de que las parejas jamás iban a dar un espectáculo digno de verse. Es decir, en el sentido de apreciación de baile, por mucho que practiquen, los artistas exclusivos de Televisa jamás podrán acercarse a verdaderos profesionales de la danza. Yo no bailo, y en general la danza no me podría importar menos, pero sí me ha tocado ver
demostraciones explosivas de ritmo y coordinación. Es obvio desde el primer momento en que ves
Bailando por un Sueño que nada remotamente similar va a ocurrir en el programa alguna vez.
Y lo paradójico es que hacen un esfuerzo mayúsculo, por lo que su desempeño es aceptable... lo cual deja fuera sintonizarlo para ver qué mal baila Sergio Mayer o Pilar Montenegro. No, al final es un espectáculo regular, poco interesante. No me llama la atención. Y fue todo lo que podía decir al respecto, hasta hoy.
Salió una nota en el periódico sobre el arranque de la nueva etapa de
Bailando por un sueño, con la obligatoria lista de los nuevos "soñadores", lo que deseaban ganar, y las celebridades con las que harían pareja. Mientras iba leyendo la lista, el corazón se me empezó a hundir. Para los que no sepan qué es
Bailando por un sueño, es un híbrido de concurso de baile y
reality show, robado de una idea original británica, donde a los participantes los emparejan con una celebridad para ejecutar rutinas de baile que impresionen lo suficiente a los jueces y público para que no sean eliminados del programa, y así ganen un gran premio. A diferencia del programa de la competencia,
Bailando por el millón de TV Azteca, cuyo premio final es el millón de pesos titular,
Bailando por un sueño promete al concursante ganador cumplirle un anhelado sueño, que de otra manera le sería imposible alcanzar. Es por esto que todos los concursantes traen consigo una fuerte necesidad, como cumplir la última voluntad de la madre de uno de ellos (esparcir sus cenizas en un país europeo), o poder colocar un elevador en un centro que atiende a niños con Síndrome Down.
Ésta es la lista de los nuevos participantes. Sí, la inclusión de "El Perro" Bermúdez da risa, pero observen lo que buscan ganar los concursantes:
Galilea Montijo-Miguel Ángel Monfort: Tratamiento para hermano accidentado de la columna.
Adriana Fonseca-Luis David de los Ángeles: Remodelar y equipar laboratorio dental de su papá.
Pilar Montenegro-Alfredo Ramírez: Pagar el tratamiento de la sobrina invidente de Alfredo.
Imanol-Cynthia Díaz: Sacar a sus hermanos gemelos del orfanato antes de que los adopten.
Enrique "El Perro" Bermúdez-Yessenia Hernández: Centro de Rehabilitación Alcohólicos en Palenque, Chiapas.
Sergio Mayer-Jennifer Barcelata: Comprar casa a su mamá, que padece tumor cerebral.
Gabriel Soto-Pamela Marrún: Encontrar y conocer a sus dos hermanas abandonadas por su padre.
Jorge "El Travieso" Arce-Verónica Carrillo: Crear un centro de rehabilitación para niños abusados.
Alessandra Rosaldo-Israel Aquino: Evitar con tratamiento que su abuelita pierda la vista.
Sylvia Pasquel-Óscar Ramírez: Operación de tumor cerebral a su prometida.
La idea revolucionaria que separa a este programa de todos los demás, incluso aquellos a los que ha copiado, es que los participantes no bailan "por un cochino millón", sino por la posibilidad de, en algunos casos, mejorar la vida de la comunidad o familiares, y en el peor de los casos, evitar una tragedia.
Es un concepto monstruoso.
En aquella única ocasión que lo vi, me tocó ver a Adal Ramones, al momento de anunciar a quién habían favorecido los votos del público. Dijo, refiriéndose a los perdedores: "aquí, un sueño termina". En ese momento no me cayó el veinte de lo inmoral de esas palabras. Como en
Highlander, al final sólo una pareja será la ganadora. Escojamos una al azar: digamos que gana la mancuerna Adriana Fonseca-Luis David de los Ángeles. Qué padre por ellos, podrán acondicionar el laboratorio dental del papá. ¿Y los demás?
Óscar Ramírez no podrá extirparle el tumor cerebral a su prometida.
La abuela de Israel Aquino eventualmente se quedará ciega.
El hermano de Miguel Ángel quedará postrado de por vida.
Cynthia será separada de sus hermanos cuando a éstos los adopten unos extraños.
Los participantes de
Bailando por un sueño no concursan por viajes, dinero o coches. Lo que ellos buscan es ayuda humanitaria. En corto, el programa les coloca su sueño colgando de un hilo sobre su cabezas, y los obliga a partirse el lomo tratando de evitar que los sueños de sus competidores se cumplan. Televisa tiene los medios para apoyarlos a todos con facilidad... pero claro que no sería tan entretenido. Una cosa es ver castigada la codicia en los niños bien de
Big Brother, o dizque expulsar a una dizque cantante en
La Academia, que de todas maneras va a tener su dizque disco de 60 pesos. Ilusionar a personas con necesidades reales que nadie desearía tener, para después mandarlos a casa con las manos vacías, es algo muy diferente.
Es como si yo me trajera a diez niños de Somalia y me sentara frente a ellos sosteniendo un pan en la mano. En cuanto se acerquen, estirando sus bracitos y relamiéndose los labios, les aclararía que el pan es para quien cante más bonito. Lo llamaría
Cantando por un pan.
¿El golpe de gracia? Que la mayoría de los concursantes de
Bailando por un sueño van a ver cómo se esfuma su sueño, no por su culpa, sino por el estorbo que les tocó de pareja. Tomados del catálogo de exclusividad de Televisa, pocas de estas celebridades son famosas por su baile. Y aunque se identifiquen y hagan todo lo posible por cumplir el sueño de sus parejas... al final sus dos pies izquierdos van a provocar que niños nunca obtengan su operación, o que familiares nunca se encuentren. Es un juego terrible y macabro.
Y digo, yo no soy la persona más sensible del mundo. En el comercial de
Alerta Urbana del canal 12 pasan video de un tipo prensado en su coche, mientras le ponen un collarín, y en ese punto grita de dolor: "
¡¡NOOOOOOO!!". Me parte de risa. No soy ajeno a reírme de la desgracia de otras personas. Pero sin importar que lo recaudado con las llamadas se ayude a "
alguna causa social", poner a personas comunes con una fuerte necesidad a sudar y sangrar, encadenados a plastas famosas, sabiendo que sólo tienen una oportunidad entre 10 de
ayudar a sus familiares, y que lo presenten como entretenimiento familiar... es simplemente sádico.
Al inyectarle ese "elemento humano" que tanto presumen, los creativos de Televisa ignoraron el verdadero atractivo de
Dancing with the Stars, la versión original: ¡que las estrellas bailaban! Ahí sí la gente votaba por Joey McIntyre o John O'Hurley (J. Peterman de
Seinfeld), quienes bailaban con profesionales de la danza y demostraban que tenían lo suyo. Era, por así decirlo, un concurso de baile VIP, para decir "hey, no sabía que Evander Hollyfield tuviera tan buenas movidas".
En
Bailando por un sueño, los artistas inexpertos en el baile y obligados a participar por contrato, se convierten en una amenaza a los sueños y aspiraciones de los pobres desafortunados que tienen que aguantar que les pisen los pies. Cada giro fuera de ritmo, cada atrapada temblorosa, significa para los concursantes alejarse cada vez más de sanar a su mamá, a sus sobrinos, a su comunidad. Para el teleauditorio, todo este escalofriante espectáculo y sus espectaculares niveles de audiencia significan que nos vamos acercando cada vez más a la realidad de
The Running Man.